tres en uno

Esta foto me gusta mil. Me transporta a un espacio y a un tiempo en los que disfruté un montón. Pero no la he elegido por eso. Estaba echando un vistazo a las posibles candidatas de hoy (esta está siempre en la pole) mientras tarareaba la estupendísima That's life y oye, que me he visto ahí subida mientras estaba con el up and down and over and out y me ha parecido bien apropiada, por lo que sea.

Y aquí debería acabar la historia de esta elección y esta cortísima entrada, si no fuera porque ayer y antes de ayer no me ha dado la vida para entrar por aquí y contaros lo siguiente:

Cuando viajo en tren lo hago invariablemente en el vagón del silencio. Durante los primeros viajes lo intenté en los normales, pero cada vez que llegaba al destino pensaba el próximo viaje -Lucía, por favor, recuerda- el próximo viaje en silencio. Y un día di el paso y oye, la felicidad. Desde entonces los viajes son yo qué sé, más personales, no tengo que ir enterándome de las menudencias de los compañeros de vagón. Llamadme rara. Yo me llamo rancia. Voy tan pichi en el vagón del silencio, aunque os tengo que contar que yo lo llamo el vagón de los rancios. Me imagino el resto de los vagones luminosos, llenos de vida(s contadas), de humanidad compartida, de lerele y de divineo, mientras que el mío es sobrio, oscuro, apenas un susurro. Todos con el mute activado y la nariz un poco hacia arriba. Con los libros, las gafas, las películas y los auriculares. Todo muy hacia dentro. ¿Que hay que hablar por teléfono? Nos salimos fuera, respetuosísimos, y dejamos a los demás con sus cosas, sin las nuestras.

De vez en cuando, también os digo, se nos cuela algún lerele. Hace unos días, sin ir más lejos, se sentó detrás de mí un comentarista televisivo de estos del salseo y me dio el viaje. Ya hemos coincidido en otras ocasión. Durante el primer viaje no paró de entrar y salir del vagón, hacerse fotos, subir y bajar las maletas. Una hiperactividad incompatible con la tranquilidad que buscamos los rancios, si queréis que os diga. Yo pensé que tenía en el adn televisivo la necesidad imperiosa de que todos supiéramos que estaba allí, de hacerse notar. El otro día (creo que) no salió tanto, pero se pasó el viaje abriendo bolsas de patatas y cocacolas hasta la extenuación. No es que las abriera es que cada vez que metía la mano en la bolsa de chetos montaba una rave de ruidos que de verdad, qué pereza de chaval. Ya os adelanto que me hizo sacar los tapones para los oídos, que ya es el colmo de ser rancio. Jajajaja, ayer, de vuelta, me acordé de la movida y subí esta foto que me representa.

Y el día anterior subí una que hice al llegar a Málaga esta semana. Me hizo gracia llegar y este Lucía tan molón con su tilde y todo. Me traslado definitivamente a principios de marzo, hubiera molado más encontrarla el día de ya, pero también me moló hacerlo cuando ocurrió y por eso hice la foto y la subí a IG y aquí os lo cuento, as promised.

Y poco más por hoy. Feliz fin de semana a todos.

Mañana más.

L.
 

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