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Mostrando entradas de mayo, 2020

las rrss son el mal

Llevo dos días durmiendo peor, lo que en mi caso puede ser cualquiera de estas cosas: (i) despertarme un rato por la noche, (ii) despertarme prontísimo o (iii) que me cueste dormir algo más de lo normal. Soy un lirón. Ayer fue la opción (i) y esta noche la (ii). Hoy me he despertado prontísimo.  Lo primero que se me ha pasado por la cabeza ha sido fenomenal, salgo de paseo comunal que a esta hora se está divino por el campo . Hace fresquete, no hay gente, huele maravilla y mola. Y a eso iba cuando he decidido echar un vistazo al móvil para ver qué había pasado en el mundo y cuando me he querido dar cuenta ya se había pasado la hora zen. Me he levantado y ya no era tiempo de pasear de buena mañana. Las redes sociales han absorbido mi madrugada once again . Son tremendas. Sabes cuando entras, pero nunca sabes cuando te van a escupir de nuevo a tu vida. Y tampoco es que me haya enfrascado en nada interesante. Un vídeo por aquí, una foto por allá, un comentario, una noticia, enlazar de la

cosas que me enamoran (I)

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Hoy vengo a enseñaros la venus de Brassempouy, que es una miniescultura (calculad, mide 3cm) que me encantísima la mire por donde la mire. Está hecha en marfil y es una representación prehistórica de arte mueble.  PRE-HIS-TÓ-RI-CA , del paleolítico para ser más exactos.  Prehistórica. Sí, señor. Podéis alucinar conmigo. Alguien esculpió esta maravilla hace 25.000 años y yo aquí y ahora en modo wordless , que lo único que se me ocurre es compartirla para que flipéis conmigo. Y ya sé que escribir flipar devalúa cualquier ambición cultureta, pero, qué demonios, es que esta maravilla me deja sin palabras, de verdad. ¿Os imagináis al escultor tallándola, dándole forma? ¿Qué querría representar? ¿A una persona real, a una diosa? ¿La haría como parte de un ritual? ¿La haría creyendo que con ella conseguiría algo?, ¿era un amuleto?, ¿una figura más grande que se rompió? ¿La hizo porque sí, porque no tenía otra cosa en qué emplear el tiempo en ese momento? ¿La guardaría?, ¿la esconde

los paseos y los días

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El paseo de esta mañana ha sido bastante productivo. Pasear me aclara las ideas. Me ayuda a ordenar prioridades y objetivos. Y eso, que el de esta mañana ha cumplido expectativas. Pero no creáis que todo es pasear y producir, también me distraigo con otras cosas como la mierda esta de no saber adelgazar. Vale que he estado dos meses haciendo la croqueta. Vale que (aunque he intentado NO) he comido un pelín de azúcar de más, vale, y de hidratos si queréis, PERO llevo desde que se puede hacer -que ya son unos días- andando como si no hubiera un mañana y no hay manera. Del paseo de hoy me quedo, además, con el recuerdo de este sapo. Graciosísimo. Se ha quedado quietoparado en modo si-no-me-muevo-no-me-ve, así, como disimulando, hasta que me he ido. Al mirar hacia atrás saltaba hacia la maleza con la fuerza de los mares. Mira que son repugnantes los pobres sapos. He intentado recordar la última vez que había visto uno y creo que fue en casa de mis abuelos, cuando era bien pequeña.

Fuera telarañas

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La semana pasada fue mi cumpleaños. Todo en orden una vez recuperada del sustazo que dan esos cincuenta a la vuelta de la esquina. He empezado la página de los 46 en pleno confinamiento, que podría parecer mal pero no. Tuve la suerte de contar con mi familia (todo muy virtual, que yo soy muy cumplidora de fases, no como mi vecina que está ya en el final countdown ), con algunos amigos (los más mejores, que siempre están), alguna ausencia sonada (a la mierda) y con el descubrimiento del año: los mejores compañeros de trabajo ever ! Por supuesto, la felicidad del día la pusieron mis hijos, con sus sonrisas, sus besosabrazos , todos los planes que tenemos juntos y sus regalos molones. Y ya con la perspectiva que da llevar una semana en los 46, os cuento la felicidad de la página en blanco y de poder decidir cómo quiero llenarla. Saber que soy libre para hacer lo que quiera con los 46 es maravilla. Solo tengo que decidir qué quiero hacer y trazar un plan. Que parece poca cosa, p

rollo

Últimamente no empiezo un libro que me apetezca continuar. No sé si será la situación esta o que no me interesa nada, pero cada vez leo menos y no porque no me apetezca, sino porque nada me entretiene. Qué ganas de abrir una historia y quedarme enganchada, qué ganas de poder escapar de la realidad a través de otras vidas mucho más emocionantes o molonas. Qué ganas de viajar, de emprender, de cansarme, de asustarme, de llorar o de reír a través de unas páginas. ¿No os encanta cuando un libro os engancha y entráis del tirón en la historia y no queréis que se acabe pero no podéis dejar de leer? Pues no lo encuentro. Estos días he leído, aunque bastante poco en comparación con otros momentos estelares de mi vida. Enteros, enteros he debido leer dos y me refiero a novelas. Nada de estudios y arte, que de esos han caído unos cuantos. Y de los dos, pues meh . Sobre todo me recuerdo a mí leyendo, en la terraza, al sol de marzo. Interrumpida una y otra vez por la voz estridente de mi v

NYC ya, por favor

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Sé que soy muy afortunada blablablá, que os encantan mis paseos por el campo y que no veis el momento de poder venir a la sierra. Como todos penamos por lo que no tenemos, lo que yo echo de menos es el asfalto y el hormigón. A partes iguales. Estoy deseando meterme en Nueva York, pasear enmascarillada entre gente. Montones de gente. Marabuntas de gente.  Los paseos por el campo son maravilla, bucólicos, poéticos, tranquilos, supersanos. Ese aire, esos olores, los colores, los animales, los trinos de los pajarillos, los cencerros de las vacas, las flores, la primavera en todo su esplendor, el agua por todas partes y yo lo aprecio, y lo paseo cada día pero OSTRAS lo que echo de menos una buena ciudad y -también os lo digo- un buen paseo por la orilla de mar. Una buena ciudad y el mar. Justo lo contrario a lo que tengo. Así somos, lampones de lo que nos falta. Y ojo, que yo aprecio todo esto, eh, no me vayáis a malinterpretar, pero me falta mucho lo otro.  Que el campo es d

we are humans

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MADREMÍAYER. Durante el paseo me abalancé sobre un amigo y con la emoción del reencuentro le planté un besaco en la mejilla izquierda que todavía está resonando. Todo esto ante la estupefacción de los circundantes. Qué cagadón. Es que ni me di cuenta, oyes, hasta que su mujer me dijo un no-se-pueden-dar-besos que me catapultó al mundo de los cero molones y aquí ando, flotando aún en esta singravedad a la que me ha llevado mi espontaneidad.  Me siento fatal, tú. Pero fatal fatalísimo. Todos estos días de desinfecciones casi quirúrgicas, los dos meses sin ver a mis hijos por si acaso, la soledad infinita, la locura de estos días, los arribas y abajos... todo por la borda en un segundo de emoción vecinal.  ¿La enseñanza que saco? Que fuera de casa, da igual las circunstancias, mascarilla. Mascarilla como recordatorio necesario de que estamos en una situación excepcional.  Que el solete no nos confunda. Que sentirnos bien (y sabernos bien) no nos confunda. Que no me vuel

los días al revés

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Todo iba viento en popa hasta la call . Me he levantado. Hoy es verdad que a pesar de mis perspectivas de anoche no he salido a pasear de madrugada. No todos los días me levanto con ganas de vivir y hoy era uno de esos de arrastrarme hacia la kettle, sentarme con el codo izquierdo apoyado sobre la mesa, la mano sujetando la cara, la derecha calentándose con la taza y ya. A las 9:30h, ya más recompuesta, he tenido clase de arte prehistórico. Si os digo la verdad, me apetecía cero (muy a tono con el despertar), pero me he venido un poco arriba y he acabado disfrutando de lo lindo. De lo lindo tampoco, pero guay. De once a doce y media he trabajado con la perspectiva de la multillamada de la una. A la una y media venían mis churumbeles, comida, recogiditas y a cumplir con mi jornada presencial, que empieza el martes a las cuatro y termina el miércoles a las cuatro. Superplán.

Y así.

Soy afortunada. El covid no me ha afectado de manera preocupante. Ni a mí ni a mi familia o amigos. Por la parte médica, todo en orden. Por la parte emocional la cosa marcha con calma. Ayer hablaba con varias personas sobre el lado bueno de esta situación. Con sus excepciones (como viajar) y todos los matices que se me ocurren, a mí no me importaría vivir así. Que lo mismo es que me he acostumbrado o tengo algún síndrome raruno post confinamiento. Que todo puede ser.  Esto lo pienso ahora, que mi vida ha recuperado un poco de pulso. Cuando empezó todo esto tomé la decisión de quedarme sola en casa. Tenía que ir todos los días a trabajar, mi grado de exposición al virus era enorme y no me molaba llegar a casa con la posibilidad de estar contagiando a los hijos. Decidimos que, dadas las circunstancias, pasarían por esto en la casa del padre, donde estarían seguros y mejor (la casa es más grande y cómoda para ellos).  He dudado mucho sobre la decisión de alejarles de mí, pero creo qu

afortunada

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Estoy hasta los mismísimos de mi salón, de mi cocina, del sofá en el que tomo el sol cada mañana. Estoy tan hasta los mismísimos de mi cama que llevo semanas durmiendo en la de C. Estoy harta, pero dentro de la hartura sé que soy afortunada y sé que cuando vuelva a la normalidad de los días grises voy a echar infinito de menos estos días de ahora. Todo el tiempo del mundo a mi disposición, dormir, despertarme sin tener la obligación de hacerlo, los paseos nocturnos que me dan la vida, organizarme los días para intentar que no sean todos iguales, los gustazos diarios, estudiar, leer, tumbarme, crear rutinas, bailar como las locas y, a partir de hoy, volver a escribir. No sé si aquí no sé si allí, pero volver a lo que me gusta. Una costumbre que he adquirido estos días es la de hacer algo molón cada día. Algo que me encante. Un regalo diario, si queréis mirarlo así. Por supuesto, al alcance de la mano. algo facilito que pueda hacer sin salir de casa. Todas las noches me siento del