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365 palabras para 2013

C y M siempre, Jerry González, Toledo, Gandia, bodas, una estrofa de un poema, cultura, leer, arena de playa, Gloria Fuertes, yoga, club de lectura, apuntarme al gimnasio, mujer sin miedo, voluntaria, mujer bonita es la que sale a luchar, de vez en cuando qué bien viene una tarde de silencio, lectura y té, el amor no es la hostia, más, poesía, Almería, milenio, un paseo por La Acebeda, pavo real, todos los mares que he visto, una película horrible, que casi paso el verano en Senegal, las pizzas del cumple, un vestido súper, miau, poco a poco, una tarjeta de navidad bien chula, cupcakes, hiperactividad, mi trabajo, con sus cosas buenas y las malas, manoplas, sueños muy raros, leer un poema en público, lirios, ropa tendida, fotos de ventanas, una mañana chula en la nieve, ocho de marzo y veinticinco de noviembre, ideas que salen bien, Serafín Encabo Salazar, olas, devolución de hacienda que no llega, mal humor, vecinos, celebrar la nochevieja el veintiocho de diciembre, espiral, los sue

dosmiltrecelibros

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Diciembre ha sido mes de poco leer, y como no creo que acabe antes de ya el que tengo entre manos, os cuento que Wakolda , de Lucía Puenzo y Ni tiro, ni veneno, ni navaja de Gloria Fuertes han sido mis libros de fin de 2013.  Wakolda narra la parte de la vida de Josef Mengele (el criminal nazi que realizó atroces experimentos científicos y genéticos con cobayas humanas) que le lleva -una vez huido de Alemania- desde Buenos Aires a Bariloche y el tiempo que pasa allí. Mengele no se deja en Alemania su obsesión por la pureza y la perfección de la raza aria y sigue experimentando en Argentina, en especial con la hija extremadamente baja del matrimonio que le hospeda. Nadie conoce su identidad y el libro cuenta la relación que se establece entre ellos. Recelan de él, pero a la vez se sienten atraídos por sus conocimientos médicos y su capacidad económica. De Wakolda me han encantado las imágenes. Es un libro extraordinariamente visual, tal vez por haber sido escrito  por una d

saca la bota, maría

Acaba un año chulo y empieza otro en el que tengo previsto viajar. 2014. El año de los cuarenta. El año de los viajes. El año del tatuaje.  Me quedan unos seis meses para completar la lista de cuarenta-cosas-que-quiero-hacer-antes-de-cumplir-cuarenta que he preparado con C. Teniendo en cuenta que el plazo comenzó el 15 de mayo, ya voy mal de tiempo. A ver si consigo que 2014 sea el año de no dejar para mañana lo que quiero hacer hoy.  Y en líneas generales quiero escribir y viajar. Ah, y cambiarme de casa. Y en estas cosillas me encuentro este 24 de diciembre en el que -ya es tradicional- me he despertado enfurruñada y con pocas ganas de salir de casa. Afortunadamente este año no tengo previsión de celebrar nada y la perspectiva de noche de peli chula me llena de alborozo.  Y como ando liada con mensajes, correos, el libro con el que me quiero meter en la cama en plan siesta y to dos para los próximos días, dejo por ahora el blog con el firme propósito de dedicarle m

detalles

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Hasta ahora he pasado un día-regu. Rollos laborales, desánimo vital, sueño al cubo, los amigos pesados de miau y el proyecto abortado de pasar la tarde en una librería capitalina suman y espero que no sigan. Pero entre toda esta mole gris marengo va y me quedo con un rato rosa de sonrisa grande. ... Estoy suscrita a una editorial, que es otra forma de apoyar la industria de los libros. Una vez al mes recibo un ejemplar, alternando poesía y relato. Había comprado antes libros de esta editorial porque es quien edita a Gloria Fuertes y yo adoro a Gloria Fuertes, no sé si lo recordáis (creo que la primera entrada de 2012 trataba de ella). El caso es que desde hace un tiempo recibo libros de Torremozas , que es como se llama esta editorial. Hoy salía de casa y como todas las mañanas he abierto el buzón y como siempre que llega el paquete de Torremozas me he puesto contenta. Hoy además, tenía también una felicitación navideña de mi tía y jo, qué alegría recibir cartas manuscrita

noviembrelibros

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En noviembre han caído seis. A saber: Yo soy Malala , Nadie quiere saber , Habla Walt Whitman , Intrusa , Deportados a la tierra de Van Diemen y Sólo por instinto . El que más me ha interesado y gustado, el de los deportados. El que menos, ahora lo adivináis. Los dos primeros han sido libros de cama. Los leí en pleno ataque gripal, sin más pausas que las propias de la fiebre. Los leí en el ipad y Yo soy Malala sitúa en el mundo a los que vivimos en la felicidad de nuestros sistemas sociales más o menos rancios, pero más o menos libres (si dejamos de lado las manipulaciones conspiranoicas). Abres el libro y zas, te transportas a pleno valle del Swat, en Pakistan, justo antes de la instauración del régimen talibán. Supongo que la historia de esta niña es lo suficientemente conocida como para que nadie se pregunte por el argumento del libro. Es la historia de su vida hasta los quince años. Hasta que un tiro en la cabeza por ser mujer y por ir a la escuela la deste

En el planeta del moco

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Me suena que conocí a alguien que enfermaba periódicamente en octubre y marzo. Lo mismo lo he inventado. En cualquiera de los casos, he incorporado la idea a mi cuaderno de cosas que me pasan. Gripeo periódicamente. Los cambios de estación son fatales y -lo mío es más noviembre y tiro porque me toca- muy dados a hacerme pasar por la catarsis del moco. La cosa viene de lejos. Lo barrunté el jueves. Lo incorporé a mi organismo también el jueves, durante ese ratito de estar hasta las doce y media de la noche de palique en la plaza. Del viernes no me acuerdo. Ah sí. El viernes. Dolor de garganta y poco dormir. Ayer parecía que lo peor había pasado y me hice la fuerte. Nunca os hagáis los fuertes. Qué noche. Hoy sigo grunge y dolorida y con empasmotós y abonada al pañuelo desechable (de hecho, no tengo de otro tipo). Entre fiebres y limón con miel ya me he leído un par de libros. No hay mal que por bien no venga. También he procurado poner un par de lavadoras. La vida adulta es u

octubrelibros

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Vaya. Que ya es noviembre. Parece que fue ayer cuando comencé con la lista de libros 2013. Fue el mismo 1 de enero. El libro: La muerte de Virginia , de Leonard Woolf. Diez meses después sigo con mis libros. Más compro que leo, lamentablemente. Pero cada línea me hace feliz. Me gustaría tener más tiempo o más tranquilidad o lo mismo las dos cosas. O más orden. O en fin, que aquí voy con lo no mucho de octubre, que empezó con Los olivos de Belchite , de Elena Moya y ha terminado con Huesos en el jardín , de Henning Mankell. Entre medias: Afortunada , de Gabrielle Bell, Los seres quebradizos , de Rocío Hernández Triano y El taller de escritura , de Jincy Willet. Me gustó Los olivos de Belchite . Será que tengo ganas de visitar el pueblo. Será que la historia me interesa. Será sencillamente que pasé buenos momentos, entretenida entre sus páginas. Es una historia familiar, en la que el pasado-guerra-civil se confunde con un presente-batalla-económica. La historia se desarrolla ent

vamos, que tengo un rato

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Hoy llegaba a casa pensando en las cosas que me gustan. Bueno. Esto no es así (¡!). Realmente pensaba en lo rebien que se está en la cama cuando el viento amenaza ahí fuera, como los malos de Hill Street. En lo bien y calentitos que estuvimos ayer los pins y yo -leyendo en conjunto Memorias de Idhun- mientras el vendaval hacía de las suyas con las macetas, las contraventanas y las bolsas abandonadas. De ahí he saltado mentalmente a otras cosas que me gustan, como hacer regalos manuales (ando ahora con ideas monísimas para los amigos invisibles que llegan por navidad), nadar, abrir la puerta y gato, ducharme con agua muuuuy caliente, recibir cartas (estoy por poner mi dire por si cae alguna... porque lo que son cartas, qué pena que no sean tendencia) o en su defecto correos inesperados, hablar por los codos y -qué demonios- me gusta el silencio y mucho estar sola. También me gusta hacer fotos. Sobre todo a ventanas y a ropa tendida.    He pensado que de todo este batiburrillo

insomne

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La nueva modalidad de meterme en la cama a las nueve y leer un cuento a tres -supongo que unido a las ansiedades de los últimos días- va y horror me despierta a las cuatro de la madrugada. Después de leer, pensar, escuchar, aprovechar el casi único momento en el que puedo achuchar a los pins sin quejas, leer más, repensar, intentar conciliar el sueño y programar el día, decido empezar la jornada a las seis. Té y sofá. Y qué rollo. Podría ponerme a escribir un rato . Y aquí me tenéis. Diría que con la compañía de gato, pero gato ha preferido hacer una incursión a esta noche sin luna. Así que sola. Tal y como me siento ahora, no quiero ni imaginarme las seis de la tarde, salvo que esa imaginación desemboque en una siesta de tres horas, con posibilidades de llegar al mar de una noche de sueño reparador y lleno de horas de inconsciencia. Por si acaso la imaginación me hace cabecear, voy a moverme un poco. Que tener hijos añade al no dormir la angustia extra de no caer y

colores

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Que los días grises me motivan es sabido por repetido. Que los días grises todos los colores brillan más es mágico. Por esas cosas de la vida, tenía previsto escribir sobre la lluvia y los colores, pero voy a dar un giro radical hacia la mierda de la informática y los ordenadores de mesa. Odio la informática. Además de no interesarme nada, no entiendo por qué si pongo un punto y aparte en esta maldita entrada, el espacio tras el punto y aparte mide diez centímetros. Nunca había ocurrido hasta ahora y no lo entiendo y me pone de un mal humor colosal y sólo me dan ganas de patear esta estúpida pantalla. Con lo bien que había empezado hoy el día, con su desayunito de huevo revuelto, caqui y earl grey, con las perspectivas de una jornada diferente, con la lluvia y lo de los colores. En fin. A estas alturas, y con la sabiduría que dan mis años (tan vacíos de ordenadores, móviles, millones de canales de tv y tal) no voy a intentar entender de qué van estas máquinas del diablo. ¿Que tengo qu

lugares que sí (II)

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Nueva York. Reconozco que llegué a Estados Unidos con la demoledora mentalidad pueblerina que nos infi ltra el viejo mundo. Nueva York. Reconozco que mi posicionamiento anticonsumo no ayudó a mejorar la perspectiva a lo largo de mis paseos-disney-world. Nueva York. Reconozco que mi primera impresión estuvo cargadita de tópicos y una indiferente sensación noesparatanto . Nueva York. Y de repente me asomé a la terraza del Empire State (no pudo ser en un sitio menos típico) y Nueva York. Todo cambió en ese momento nocturno en el que de repente nunca había visto nada igual. Me quedé prendada de la ciudad. Quise ser americana. Tuve la seguridad absoluta de estar en otro mundo. Desde ese momento mi perspectiva y mi viaje cambiaron. Es una ciudad espectacular -ya sabéis, de cine. De cine y de paseos, de cultura, de bicicletas, de vida, de noche y de día, de un ferry a Staten Island, de bajar a Battery Park en una manifestación de apoyo a las mujeres enfermas de cancer,

tantas cosas

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Pues eso. Tantas cosas que no hay tiempo. Y cuando lo hay es para desintegrarme en la cama ya sin ganas de nada.  Desde agosto, comienzo de coles e institutos, mucho y concienzudo trabajo, ratos de hospital y paseos por el campo. Planes y -para variar- muy pocos libros. En septiembre sólo dos, los dos de poesía. Hablando de poesía, una tarde de septiembre me puse el traje de mujer maravilla y organicé, participé, leí y repartí las entradas del festival poético poesía entre almenas. Una experiencia formidable, sobre todo porque conseguimos movilizar a más de cien personas para pasar una tarde diferente, de poesía, música y pintura. De verdad que no puedo guardar un mejor recuerdo de la experiencia. También fue memorable la tormenta de anoche. La maravilla de la lluvia despertadora, de los truenos, de gato asustado, de salir de la cama y de la habitación y el balcón lleno de viento y relámpagos. La maravilla de volver mmmm a la cama. ¿No son preciosas las palabras

veralibros

La Sra. Memoria no me ajunta y así me va. Si no apunto las cosas se pierden en el agujero negro craneal que requetengo. Esto va al hilo de los libros del verano, que entre unas cosas y otras no he apuntado y así, amigos, imposible es de contar. Los anotados en julio son Los buenos suicidas , de Toni Hill; Sé lo que estás pensando y No abras los ojos , de John Verdon; Té de manzanilla y otros poemas , de Katherine Mansfield y Los ecos de la tragedia , de Javier Pérez Campos. Así de memorieta apuesto por Té de manzanilla y no me gustó el último de la lista. Los otros, qué os cuento, entretenimientos playeros. Ninguna obra de arte. De los no anotados, resalto Me acuerdo , de Joe Brainard. Un libro que recomiendo porque por fin algo original. Lo de por fin es retórico. El libro se publicó en los setenta. Pero entre tanta historia y tanto libro y tanto montón de gente que escribe, la lista de meacuerdos de Brainard es un pequeño regalo para la mente. Sobre todo para la mía.

más de verano

Reconociendo todo lo reconocible, a mí el 90% de las creaciones de Dalí no me transmiten más que desasosiego e intranquilidad. Es cierto que suya es una de las pinturas que más me han gustado en los años que gasto, pero también es cierto que –entre nosotros y con mucho cuidado… el resto, ni fú ni fá. Así las cosas, he acompañado a madre –gran seguidora del figuerés- a la expo que triunfa estos días en Madrid. Una retrospectiva, antología, barbaridad o como se quiera llamar de la vida del artista. Más que los cuadros, me interesaron los documentos, las fotos, las cartas manuscritas; igual que más que el pintor me interesan sus vividurías de allá por los años treinta. Y sobre todas las cosas me fascina el factor antropológico de las leyendas del pop, digo del arte. Y es que el paseo hubiera resultado interesante (la verdad es que está muy bien documentada) sin esa cantidad ingente de personas que hablan, personas que comentan, personas que explican, personas que sudan, personas

ya estoy perdiendo el tiempo

Hoy, que voy a contrareloj, me entretengo en bailar primero y en leer poesía después. He bailado -y pienso seguir en cuanto acabe esto- como hacía tiempo. Si bailara todos los días así, con ganas y movimientos frenéticos, seguro que el gordinflón del coche grande que me dijo ayer que me veía más gorda, se metía el comentario en ese hueco feroz que se abre entre dos botones de su camisa, a la altura del ombligo. En mitad de Tom Jones, lo mismo, me he acordado de que ayer tenía que haber enviado un mensaje de feliz cumple a una amiga y a pesar de los movimientos de cadera he conseguido encender el ordenar. Como al correo le acompañaba un poema del todo incompatible con el poprock, he hecho ssshhhhh con la música y me he enredado en las bellísimas palabras de Szymborska. Sentarme, abrir el libro y perder la noción del tiempo, como hice antes con el baile. Y así va el sábado. Bien, de momento. Aunque me temo que con tanto salirme del guión, en un rato las prisas del debe me en

arde la calle

Que los despertares multihorror con los que inicio el periodo postvacacional me catapulten sin más al cráter de un volcán ayuda cero a mi incorporación al planeta de los adultos. La brisita del mar es del mar porque en el campo no existe. En el campo no existe el aire, de hecho. Aquí, estamos racionando el oxígeno. Nos movemos poco, sobre todo en las lentas horas que pasan desde que llego a casa hasta que empieza a anochecer.  Mi cuerpo -sabio- pierde el conocimiento justo después del gazpacho, para recuperarlo ya entrada la tarde, que sigue siendo irrespirable. Estas tardes eternas. Y sus noches insomnes. Para colmo de terrores, me ocurre eso tan exótico de sudar porque sí. Vivo intentando que ninguna parte de mi cuerpo roce otra. Vivo de mal humor. No me gusta esta lentitud agotadora y tropical. Lo mismo me gustaría si no tuviera que jugar a ser mayor. Si me levantara desayunoypisci y no vestiditoyreunión. Si pudiera pasarme el día descalza. Si me hicieran la comi

cuántas cosas

Desde la última vez que paseé por aquí han pasado muchas cosas, casi todas en un ambiente distendido y afortunadamente veraniego. Así sin ir más lejos, casé a meteorólogo al más puro estilo Lucía -esto es, asombrando al personal con un discurso inicial (luego ya limité mis intervenciones, ofcors ) absurdo y trabalenguas. Hay quien sigue intentando descifrar el sentido de mis palabras.  También he tenido ocasión de disfrutar de la feria con los pins con esa alegría ruidosa eslaúltimamontadaquemevaisaarruinaaaaarrrgghhhhh, de bailar hasta el fin del mundo en un concierto de Alejo Stivel -ex tequila, vamos a bailar un rock&roll a la plaza del pueblo- y de por fin, poner rumbo a una semana de playa en Almería. Se me olvidaba. En esas fechas revueltas de primeros de agosto me reencontré con una persona a la que quiero un montón y que desde hace años se defiende por las alemanias. Me encantó el ratito en casa. Mola. Siguiendo el hilo... en Almería, requete. Un gusto la co

peliculitas

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En los últimos días he visto dos pelis en el cine. Las dos británicas. Una terrible terrible en todos los aspectos y otra delicada y deliciosa y preciosísima sin más. La primera -la terrible- se llama Turistas y obedeció a un impulso de ultimísima hora. El resultado del impulso fue una necesidad monumental de abandonar el cine a media peli, que no se materializó por (i) vergüenza torera y (ii) esto tendrá algún sentido y pienso encontrarselo... a ver si me lo voy a perder.   Es una road movie en caravana, a lo Thelma y Louise pero con Chris y Tina, un par de desequilibrados que en fin. El argumento de la "comedia británica más hilarante de los últimos tiempos", a la sazón  "Chris quiere mostrar a su introvertida novia, Tina, su mundo, y quiere hacerlo a su manera; en un viaje por las islas británicas en su amada caravana Abbey Oxford. Pero, lo que empiezan siendo unas idílicas vacaciones, acaban convirtiéndose en una divertida y perturbadora odisea" es m

la más lista

Seguro que ahora no hay nadie. Además, está nublado. Son las 15:00h y sigo en la cama. Debería hacer algo. Seguro que ahora no hay nadie. El minuto heroico -todo lo heroico que puede ser a las 15:00h- me catapulta al armario y en un plis paseo mi tipínpordeciralgo en bikini fucsia a rabiar.   Seguro que ahora no hay nadie. La ilusión de un baño olímpico que me quite los sudores y este amodorramiento estival se va convirtiendo en sonrisa porque es domingo, son las 15:00h y seguro que ahora no hay nadie . Saco fuerza de esa ilusionada sonrisa y me pongo un algo que me tape. Cojo el último libro (no os creáis que bueno, ya os contaré) y una cosa que uso de toalla, y abro la puerta. Huele a tormenta. Fijo que ahora no hay nadie. Qué listísima soy y cuánta felicidad. Una gota. Mmmmm..... Entro en el coche. Dos gotas. Qué bien peroquébien huele. Bajo las ventanillas. Viento de tormenta. Desde la cuesta confirmo

la música del trueno y de la lluvia

Hoy he pasado una tarde deliciosa. La tarde de mis sueños. Llueve, qué digo llueve, tormentea. Los truenos son magníficos, la lluvia inesperada en el tragaluz y el cielo gris. Llueve, tormentea y he escogido un libro muy apropiado para el rato largo del té: "Té de manzanilla y otros poemas", de Katherine Mansfield. And the white sails have melted into de sailing sky Más música. La tarde arrebatadora ha resultado el descanso perfecto para una mañana extraña. Hoy he vivido una paradoja que me ha hecho pensar en la frágil solidaridad en la que vivimos. Ante una solicitud amarga de donantes de sangre, he sido la única entre 30 ó 35 personas en acercarme e intentarlo, a pesar de saber que la sangre, justo, no es lo mío. Si mi hemoglobina hubiera estado en niveles aceptables hubiera ayudado a otra persona. La gratitud infinita que he sentido cuando me han trasfundido me ha hecho ofrecerme, aún sabiendo que probablemente mi intención no iba a ser suficiente. Ahor

it hurts

Un ibuprofeno para desayunar que haga un houdini con este espantoso dolor de garganta, por favor. Despertar el día de la vuelta al trabajo con este no poder tragar no es la mejor forma de empezar nada. Me mata las ganas de dar envidia y acaba con todas las felices posibilidades del bronceado qué-bien-te-veo-se-nota-que-has-descansado-ja. El dolor de garganta me genera mal humor de mil demonios. El dolor de garganta veraniego me genera ojos de serial killer, con nefasto efecto para quienes tienen la poca fortuna de cruzar su mirada con la mía. Si ya es duro enfrentarse con uno que yo me sé, hacerlo con piedra pómez en la faringe se convierte en un metemolopeor. Para el uno y para mis ganas de disimular los sentimientos que me transmite. Pero basta. Apreciemos el lado menos negro de la situación. El dolor ha impedido que me quede dormida el día primerito y me ha regalado el té del ibuprofeno, que con tantos celsius ando más de zumos y agüitas. Reencontrarme con earl grey

volver

Me impresiona el impacto vital de siete días de mar. Siete días que me traen volando de vuelta al pueblecito del que salí y del que casi llegué a olvidarme. Esto del olvido es muy lírico, pero poco real. Lo que sí es cierto es que esta mañana he sufrido un bajonazo vital de dimensiones estratosféricas. Durante estos días, que no han estado precisamente exentos de estrés, he conseguido desconectar el enchufe que me catapulta a la realidad. Me he sentado a la orilla de un mar tardío y he disfrutado del olor, del anochecer, de la brisa, de los pies que se mojan inesperadamente, de ver a mis hijos disfrutar en un agua azul plata y del nada que hacer. Durante esos momentos (cortos, ay los pins), las preocupaciones se expanden por otras dimensiones y los doloresdepueblo se mitigan tanto que consigo relativizarlos y así zas! la vuelta al enchufe y al planeta del que procedo se convierte en una experiencia-zarandeo monumental. Supongo que antes de que acabe la semana ya estaré ento

juniolibros

Junio ha sido un mes de mucho hacer y poco sentarme. Desde mi tremendo cumpleaños aaaarrrggghhhhhhhmeacercoaloscuarenta mi vida ha sido un no parar de trabajo, planes y proyectos. He ido de oca a oca, siendo las ocas los hitos del mes. Parece (sólo parece) que la cosa terminó el sábado pasado, en la boda de mi hermanísima mini, pero mañana dirijo un plan de chicas de 12 años, que pasa por el parque Warner, pasado pisci con pinamigos y pleno, el sábado cumple de M y el domingo zuuuummmmm viajecito a la playa. Lo que es un no parar. Entre oca y oca me ha dado tiempo a dos libros: Los crímenes de la Gran Vía , de Juan Carlos Garrido Luque y Retrato de Giacometti , de James Lord. Los dos me han encantado. El primero sigue esa pasioncilla que me ha entrado ahora de leer novelas policíacas ambientadas en España. En este caso es Madrid y me resulta ideal. He tenido ocasión de recordar mi vida en el centro, ya que la comisaría de marras es la de la calle leganitos, en Plaza

¿las semanas vuelan?

Pues parece que las que son mías, sí. Las dos últimas están resultando un sinvivir de horas que se van. Salgo de casa en tiempo record desde que me despierto, pero no llego hasta la hora ésa del zapato de cristal que -entre nosotros- en chanclas se vive igual de mal. Llego tan cansada que me tiro en plancha sobre la cama. Duermo regu y me despierto cuando parece que acabo de cerrar los ojos. Y vuelta a empezar. Y mientras, los días pasan y las cosas se me acumulan en los sillones. Telas para hacer saquitos, ropas de mini que ha heredado C, libros y libros, zapatos que se escapan del arcón, bolsas, papeles, pleimobils de M, cartas, más libros, bolígrafos, chuches y un millón de cosas más que sssshhhhhh creo que cobran vida por la noche. Lo bueno de este ajetreo monumental son los sueños hiperactivos que tengo. Algunos no molan, pero los que son buenos -como el de ayer- resultan soberbios. Hasta he hecho eso tan típico de tener al lado de la cama un cuaderno y un bo

naturalezas

Ayer vi morir a un hombre bueno. Ocurrió a media tarde, en la mitad de mis quehaceres. Era un hombre mayor con el que no había tenido relación, pero era padre y abuelo de compañeras del trabajo. Tenía cara de buena persona, se comportaba como una persona buena y por lo que sé de los que sí le conocieron, lo era. La situación inesperada y tan triste me condujo a un resto de tarde bastante reflexivo. No me dio por pensar en la muerte y la vida, sino en la naturaleza humana. Una naturaleza que nos va preparando para todos esos momentos cruciales en los que las cosas cambian. Cuando era jovencita no quería ni oír hablar de los muertos. Murieron tres de mis abuelos y otros familiares muy cercanos y yo fui incapaz de asumirlos sin vida. No quise verlos. En algún caso hasta huí de la enfermedad que se los llevaba. No estaba preparada para el deterioro, el dolor, la pena ni el final. La primera vez que me atreví a enfrentarme con un cuerpo sin vida ya pasaba de los treinta. Ahora no