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maria lai

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Hace una semana, a esta hora más o menos, descubrí a María Lai. Nunca había oído hablar de ella y es una de las artistas contemporáneas italianas más destacada (qué pena saber tan poco de todo, o qué alegría -según se mire- porque el asombro del sábado pasado fue un regalazo).  Os cuento que María Lai era sarda . Nació en 1919 y murió en 2013. Tuvo una vida larga y artísticamente muy productiva. Provenía de una familia de mujeres que tejían muy bien y seguramente esta cercanía con los telares favoreció que integrara el hilo en sus obras al experimentar con materiales. Por lo que he podido leer sobre ella, comenzó dibujando su entorno a lápiz allá por la década de los 40 (generalmente gente trabajando). Se trasladó a vivir a Roma y entró en contacto con el alboroto artístico de la posguerra, que enriqueció inevitablemente su visión artística con la introducción de nuevos materiales y nuevas técnicas de expresión. Es en este momento cuando comienza a introducir los telares en su producci

'I celebrate myself'

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Hoy es nuestro día. Hoy es el día de todos los que nos movemos de un lado para otro con una salud mental, cuando menos, delicada.  Nos hemos dejado engañar y corremos agitados dentro de una rueda de la que no queremos salir. Puede que nos guste, nos sentimos tranquilos haciendo lo que sabemos hacer -seguir hacia delante- o puede que nos dé miedo el salto al vacío con golpe seguro que supondría salir de la rueda en marcha. Así nos va de regular. Nada de parar y pensar y decidir. Va todo tan rápido que estás en la rueda o no sabes dónde puedes acabar. Lo que pasa es que también os digo que llega un momento en el que es el propio cuerpo el que se funde, el que deja de dar un paso detrás de otro. Y en ese momento en el que todo se ralentiza te das cuenta de que eres la última de tus muchas veces absurdas prioridades. Te das cuenta de que no vas a ningún sitio, de que estás dejando que pase el tiempo y el tiempo que pasa, ay, amigo, es irrecuperable y lo has perdido en un sitio en el que -c

15 de enero

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La música en directo es de las mejores experiencias que se pueden tener, y eso que ayer fui a un concierto de rock y apestaba a tabaco. Eso de que en los recintos cerrados no se puede fumar, a unos cuantísimos no se lo han contado bien.  Por otra parte, a los de oh oh lo mejor del mundo es el invierno pues nada, que espero que estéis disfrutando mucho del dolor de huesos y los mocos y la garganta regular. El frío es como los despertadores, me niego a creer que de verdad le gusten a alguien. Con lo bien que sientan esos gradetes de más de julio y agosto, por favor. Caminar y que el asfalto te queme los pies. La gloria. Entre los aterimientos , las manos heladas, la humedad, la garganta que no termina de romper a doler, pero molesta, y los días grises me enfrento al blue Monday de mañana que qué pena no poder pasarlo debajo del edredón, así os lo digo. Pero habrá que salir. No queda otra. Y además tiene pinta de que va a ser un día de los largos. En fin, pilarín, vamos a por la semana, q

2 de enero

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Llevo desde el 31 de diciembre con el runrún de venir a contaros qué noche la de aquél día. Y es que el 30 fui al concierto de Hombres G y de verdad no pude disfrutar más. Fue felicidad.  Pura. El primer disco que me compré fue de ellos y desde ahí hasta ahora han pasado unos cuantísimos años. Como a partir de los veinte o veintidós cambiaron mis intereses musicales y, aunque nunca dejaron de estar, es cierto que mis gustos fueron por otros caminos. Pero yo soy de la generación G (a muerte con ellos desde los ochenta) y el otro día me junté con miles de personas para verles y canté a grito pelado y bailé y fui muy muy feliz. Qué manera de darlo todo en la pista y qué ganas tenía de bailar, se ve. Qué alegría recuperar más de dos horas de aquellas canciones que me acompañaron hace mil años. M ira que te diga, me encantísima la música en directo y he tenido ocasión de ver cosas maravillosas, así recuerdo en un dos por cuatro a Salif Keïta, Eliane Elías, Jerry González, al mismísimo Woody

19 de diciembre...

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... y aquí me tenéis, plantándole cara de nuevo al indomable covid hunter. No sé qué le doy, que le tengo enamoriscao y esto- entre nosotros- es igual de rollo que el vecino de arriba con sus escalas saxofoniles de las ocho de cada tarde. Toda una desmesura de rollo.  No quiero emocionarme, porque nunca se sabe por dónde va a tirar la cosa, pero parece que esta vez la lucha está resultado más suavecita que la anterior. Veremos y esperemos y crucemos los dedos porque esto termine en uno o dos días. Por lo demás, con síndrome de Estocolmo. El viernes entregué mi proyecto de fin de máster y ahora me he quedado un poco sin contenido vital imperioso. En cuanto pasen estos días de miseria enfermiza me pondré manos a la obra para que el 8 de marzo pueda inaugurar un festival del que os iré hablando según se vaya materializando. Solo os cuento que tiene que ver con libros.  Of course. Hablando de libros, hoy he leído uno muy apropiado para la convalecencia y para estas fechas tan entrañables. 

11 de diciembre

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  Esta semana cierro otro capítulo. Acabo de enviar el TFM y en pocos meses pondré en marcha un proyecto de los que me gustan, de colores y libros. Por otra parte, acabo de escuchar un documental sobre mi admiradísimo Francisco Umbral y ahora quiero volver a ser escritora. Que no es que lo haya sido alguna vez, pero sí es algo que he querido ser siempre y de vez en cuando.  Hoy es domingo. Un domingo un poco gris por aquí. Hay niebla, hace frío y podría ser que estuviera lloviendo, pero desde el desayuno no puedo apreciarlo. Intentaremos darle un buen empujón festivalero esta tarde, decorándonos con un poquito -puede que sea muchito- de espíritu navideño. Aprovechando el espíritu, durante la tarde escribiré tarjetas. A ver si este año las envío a tiempo. Va acabando el otoño, con la ilusión de que a partir del 13 comienzan a alargarse de nuevo los días, poco a poco, sin pausa, hasta la felicidad final que es el verano. No entiendo cómo puede gustar el frío, con lo bien que se está en j

4 de diciembre

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Empiezo diciembre con el agua al cuello. En unos días presento un proyecto fin de master y así, entre nosotros, se me han ido los plazos. Puede que la presentación me salga redonda, pero el proyecto escrito va a ser tremendo mojón. Una ansiedad por mis estándares de calidad y tal. Me he dado cuenta de que el covid me dejó bien chusca. Esa sensación inicial que tuve de envejecimiento prematuro no se acaba de disipar. Intento remediarlo, pero he perdido cosas que no sé si tengo fuerzas para recuperar. Voy a comprar colágeno ahora mismo, que si no me lo dejo en el tintero. Listo. Además de estas milongas que me tienen entretenida, en los próximos meses me embarco en otras que me apetecen. Nada de viajes todavía (todo se andará, espero), pero se vienen cositas. Total, que diciembre se presenta intenso, pero diciembre es siempre una alegría, aún con intensidades. Creo que mañana nos juntamos los pins y yo para darle el toque brillante a la casa. No hace tanto eran unos bebés, y ahora ya cas