2 de enero

Llevo desde el 31 de diciembre con el runrún de venir a contaros qué noche la de aquél día. Y es que el 30 fui al concierto de Hombres G y de verdad no pude disfrutar más. Fue felicidad. 

Pura.

El primer disco que me compré fue de ellos y desde ahí hasta ahora han pasado unos cuantísimos años. Como a partir de los veinte o veintidós cambiaron mis intereses musicales y, aunque nunca dejaron de estar, es cierto que mis gustos fueron por otros caminos. Pero yo soy de la generación G (a muerte con ellos desde los ochenta) y el otro día me junté con miles de personas para verles y canté a grito pelado y bailé y fui muy muy feliz.

Qué manera de darlo todo en la pista y qué ganas tenía de bailar, se ve. Qué alegría recuperar más de dos horas de aquellas canciones que me acompañaron hace mil años. Mira que te diga, me encantísima la música en directo y he tenido ocasión de ver cosas maravillosas, así recuerdo en un dos por cuatro a Salif Keïta, Eliane Elías, Jerry González, al mismísimo Woody Allen, Jorge Pardo, Bruce Springsteen, Patti Smith... yo qué sé Rafa Pons en un ámbito menos místico. Miles de conciertos, sin contar los abonos en el Auditorio Nacional o el Teatro Real (tengo un LP firmado por el mismísimo Zubin Mehta), pero la felicidad de volver a ver a mis ídolos de adolescencia en directo es insuperable. 

Para que no pare la racha, dentro de unos días vuelvo al wizink y estoy tan arriba ahora mismo que me acabo de crear como propósito de 2023 volver a las salas de conciertos. Tengo otros, pero a ver si consigo cumplir este.

Y con esto y un bizcocho hasta la próxima.

Feliz 2023 a todos. Que el nuevo año nos saque mucho a bailar.

L.

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