nada

Mis últimos días han resultado activos y frenéticos. Sin tiempo para parar, más allá de algún ratito (lo intento) diario de vinyasa. La semana pasada resultó agotadora y la anterior digo yo que también. Encuentro aquí y allí momentos de lectura facilona. El resto, un enorme a-ver-si-se-me-gastan-las-pilas-un-poco-o-qué.

Y de repente hoy. Una isla. Llegar a casa a las siete y media y no tener nada a la vista. Nada que hacer. Nada que pensar. Nada de nada. 

Nada. 

Paz.

Me he quedado tan en blanco que sólo se me ha ocurrido una ducha laaarga y caliente. Al salir, el error (o no) de ponerme el albornoz -que es una prenda que sólo uso los días de no salir corriendo, o sea, nunca- tumbarme en la cama y coger el móvil. No sé si he desperdiciado una hora de mi vida leyendo chorradas en twitter o si he ganado un rato de buen humor. El caso es que cuando por fin me he levantado, seguía con la sensación de antes del duchón. La de Nada. Nada. Lalalala. No tengo nada que hacer y me siento muy bien. Con mucho sueño. 

Pero

muy

bien.

Y se me ha ocurrido sentarme delante del ordenar, que es algo que tengo requeteolvidado, y contar esta nada de hoy que me hace andar mucho de la habita al comedor, todo muy idayvuelta

Puede que en un rato me meta directamente en la cama con el librín de turno y entre en ko técnico entre las líneas cuatro y cinco del primer párrafo. Puede que me líe ahora con blogs que leo y me den las tantas, se me pase el sueño y me sienta remal por no dormir. Puede que me vuelva a duchar, ya veremos, y puede que me retire a mi rinconcito de yoguear... nah esto último no puede nada.

Más nada. No creo que cene nada. He comido como si no hubiera mañana y ahora soy un pez globo. Cosas de la ansiedad de tanta actividad laboral y personal. Hoy -voy a ponerme profesional- tenía un deadline muy fuerte, rollo dolor de cabeza, y ha sido llegar a la meta y desparramarme intelectualmente. Luego comidita, tarde de chocar los cinco por haber llegado a tiempo en lo de la mañana y lo de antes, llegada a la nada de mi casa. 

Que estoy pensando que hoy he jugado a transiciones chulas: del caos a la nada. Del kitsch al zen. De la algarabía de días enteros en las ramas a la paz calentita de debajo del edredón. 

Adoro dormir.

Y estos ratos de nada.

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