en el límite del mal

En el cruce, a diez metros de la gasolinera. La gasolinera completamente vacía, lo mismo que el depósito de mi coche. Nadie por la izquierda y vaya, una furgoneta por la derecha. Qué calor. Espero. Mierda, la maldita furgoneta me quita el mejor sitio, ah no, pasa de largo. Nueve coches por la izquierda y uno por la derecha. Éste sí que entra y para y me quita el sitio bueno, el de no llevar la manguerita alrededor de todo el coche. Nadie por la izquierda y otra vez ¡mierda! un coche rojo se para en el lado malo.

Mierda mierda remierda. A diez metros de la gasolinera, la gasolinera se llena. Consigo cruzar la calle y me quedo en medio, calculando quién va a salir antes. Efectivamente me equivoco y ya es tarde para rectificar. Otro coche me ha quitado el sitio. Lo bueno es que estoy en el lado que me gusta.

Llega el de la furgoneta a comprar el periódico. Sigo esperando. Llegan dos montañeros enamorados a comprar provisiones. Sigo esperando. Sale el de la furgoneta. El tío del coche de delante por fin arranca. Meto primera pero no se va. Arranca y no se va. ¿Me vuelvo histérica y salgo y le doy dos hostias? Con lo mona que voy no merece la pena. Seguro que se me engancha un zapato en la manguerita. El del coche rojo se va, el del coche blanco se va. El de delante de mí no. ¿Y si me quedo aquí sin gasolina? Ahora parece que echa a andar. Mira sí, vaaaaamos hoooombre mueve el culo. Llego en las últimas, abro el depósito y me voy a pagar (es que voy teniendo prisa). Los montañeros enamorados no se deciden entre cerveza o cocacola y también quieren chocolate y ahora quieren pan, de ese no, del recién horneado. ¿Por qué son tan redichos estos enamorados? ¿Te apetecen unas patatitas gorrión? No, prefiero algo dulce, amor. ¿Y por qué este chico tiene que ponerse unos pantalones tan espantosos? Si no estuviera muriéndome de impaciencia, estos pantalones me darían mucho juego siniestro. Son tronchantes, y están descosidos y le quedan fatal, pero claro, está enamorado y le importa un bledo su aspecto.

Me hago un hueco, lanzo el billete al mostrador con visible furia y salgo arrebolada del cuchitril mientras me pongo las gafas jackie y mando al mundo a la mierda para siempre jamás.

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