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Después de varias horas de arduas negociaciones, convinimos una caracterización clásica: mi niño quería convertirse en Arquímedes y a mí me pareció que con una sábana podía organizar algo (¿pero esto?). C optó por el negro y fue el gato más guapo de la historia de los disfraces de gato. A ella le cosí unas orejitas de nada (aún recuerdo ay los kilómetros del traje de porry hatter del año pasado) y una flor en un rabito de tul. Poca cosa para toda esta repercusión.
Tengo a mini entusiasmada. Dice no sé qué de comerse a mis niños. Lucimami también llamó para felicitarnos y pedir toda la documentación gráfica, por favor. Estoy en un sin vivir.
La pena es esa coliflor que estoy cociendo para la cena (efecto directo del subidón “soy-la-mejor-madre-qué-disfraz”) que cómo me gusta la coliflor, pero qué peste. Se me está agriando el gesto chesire.
A pesar de la soberbia y la peste, hoy el día está resultando, y lo mejor es que promete más: esta tarde tengo yoga. Una ocasión estupenda para tostar al profesor con lo de ayer y retomar esas sensaciones frentetierra que tanto (i) me relajan (ii) me hacen pensar ¿qué demonios hago aquí con el culo en pompa?
Hoy tengo ganas de escribir, ¿ves? así que lo mismo esta noche os cuento el cambio de rumbo en el que estoy, que según pasan los días me va entusiasmando más y más y más y más...
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