ternura
Ayer por la tarde me dio un arrebato de amor maternal.
Primerito aviso en cursiva: me espanta que los niños tengan deberes en casa. Soy de la opinión de que después de las horas de cole deben tener la tarde para jugar. Y fomento mucho esto, tanto, que cuando C tiene más de una hora de obligación post cole me arrebato un huevo. Ya tendrá tiempo de estudiar y reestudiar y trabajar y pasar la noche en blanco. Con 9 años debe dedicar el tiempo a jugar, a saltar, a hacer la croqueta en el jardín, a hacerse una casita con la manta, a maquillar a su hermano o a mangarme la ropa para disfrazarse.
Hablo de C porque M es aún pequeño para multiplicar y pasa laaaaaargas tardes de niño. Pero ayer trajo deberes (parece ser que se perdió una clase en una nube de sueños de piratas y espías) y quiero escribir de la ternura que me produjo ayudarle a escribir.
Se sentó muy formalito, abrió el cuaderno, cogió el lápiz al revés, le dio la vuelta, sacó la lengua, balanceó las piernecitas cruzadas y A Luis le encanta hacer trabajos manuales.
- La l de Luis se escribe en mayúscula, como la m de tu nombre ¿te acuerdas? Toma la goma, bichín.
- Lu-is-le-en-mmmm-can-tah
- Eeh!, que tienes que separar las palabras. Sí que estás despistado. Mira, pongo aquí el dedo. Tú escribe detrás. Oye, lo haces fenomenal. ¿Vas a ser un súper escritor o qué?
- Que no, mamá, que yo voy a ser espía.
Ahí sentado, tan chiquitito, esforzándose tanto y feliz por lo bien que lo hace y lo chulas que me salen las letras, mami… inevitable mi cascada de lágrimas y mocos.
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