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Mostrando entradas de mayo, 2014

nifunifa

Ayer llegué a casa -de reuniones- a las doce menos cuarto de la noche. No me pude dormir hasta casi las dos y a las ocho andaba ya desayunando paradojas. Pan con nocilla e infusión adelgazante. Soy lo peor. I know. El infovirus que ayer ya barruntaba se ha convertido en tres horas sin poder hacerme con el ordenar. El informático con su avanzadísimo vocabulario -chico-no-te-entiendo-y-ya-puestos-tampoco-me-dediques-mucho-tiempo-que-me-da-igual- ha usurpado mi silla y me he trasladado con la agenda y los papeles a otra mesa y tiro porque me toca.

libro tradicional / libro máquina

Abrir mi manoseado ejemplar de Hojas de hierba ha terminado mi debate mental de anoche, pero como no me apetece desperdiciar el sesudo análisis os cuento que me han regalado un e-reader y durante esta semana he estado valorando las cualidades de las dos formas de enfrentarse a un libro. Así que, ¿Por qué decantarse por la lectura en máquina? Es tremendamente cómodo . Es pequeñito y manejable. Ni pesa ni abulta, lo que resulta ideal para llevarlo a todos los lugares del mundo -menos a la playa, así que se me haya ocurrido (objeciones playeras: (i) fatal la combinación pins-arena-agua-máquina y (ii) que lo manguen. Nadie se lleva un debolsillo croqueta arrugado, húmedo y rebozado de arena. Es mucho más atractiva la maquinita, que se revende y eso). La cosa es que durante esta semana, he ido a todos lados con mi e-reader en la mochila (antes, ya había utilizado este formato en el ipad, pero esto es mucho mucho mucho más cómodo). Incluso he intentado la lectura mientras ando

bucleando

Se levanta telón. La chica se acaba de duchar y tiene dos horas por delante antes de volver al trabajo. Se ajusta bien el albornoz y se deja caer en la cama. Abre el libro y mira de reojo el té.  Luego , piensa. La poli del libro se enchufa a Miles y  qué buena idea, con lo que me gusta Miles .  So what  y comienza a leer. Anda pendiente del tiempo y  son las cuatro y media, si a las cinco me pongo en marcha me da tiempo a dejarme algo de cena preparado, porque supongo que hasta las diez no llegaré. De verdad, qué pereza. También puedo aprovechar y preparo la comida de C de mañana. ¿Y qué hago?   Coge el té y vuelve a sumergirse en la historia de la poli enferma. El libro aún no engancha y  qué lástima tener que salir, con lo bien que estoy aquí. Si no fuera por los arturitos. Son pesadísimos. Los arturitos. Ya se han quedado con el mote. Como Antonio y los kosovares. Tendría que escribir la historia de Antonio y los kosovares. ¿Y si me levanto ya? Total, así voy cociendo el cala

Esos momentos...

Esos momentos en los que POR QUÉ ¿ Por qué tengo que ponerme el disfraz de orco para que M haga los deberes? ¿ Por qué tengo que gritar para que mis pins me hagan caso? ¿ Por qué tengo ganas de salir corriendo a la feliz lluvia de hoy y seguir corriendo y seguir y seguir hasta no saber dónde estoy? ¿ Por qué convierto media sandía en monísimos trocitos comestibles? ¿ Por qué -pero por qué- les dejo hacer cupcakes cuando sé cómo va a terminar la cocina?

de bolos

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Quehaceres laborales me han catapultado a tierras italianas. De los quehaceres no voy a escribir aquí. Todo resultó estupendo y francamente productivo. Lo que quiero es solazarme con el recuerdo de lo que he vivido los días de trabajo y los dos de ida y vuelta, que nos permitieron una idea aproximada del entorno que visitábamos. El día de la llegada aprovechamos para pasear por Bergamo, Saló, Brescia, Verona y creo que no me dejo nada (bueno, Iseo, el destino final). El de regreso, pateamos Milán. Bergamo es increible. No sé si al ser la primera parada (y la primera pizza) lo vi con ojos ansiosos de cosas nuevas. El caso es que me pareció una ciudad formidable. En realidad, son dos ciudades: la alta y la baja. La ciudad alta es la medieval, con sus callecitas y recovecos. Sus tienditas y los suelos empedrados. Vistas espectaculares y todo muy frondoso. Muy renacentista. Muy lleno de verde, flores y volutas. La ciudad baja, la moderna, también merece un paseo. Pero si no se

los cuarenta

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Llegan los cuarenta con sabor a pasta con calabacines y gambas. Llegan los cuarenta y estoy vestida con una falda verde larga y una camiseta negra. Llegan con dos hijos en sus respectivas decenas y con un gato de tres. Llegan con un trabajo diferente que se termina oh oh el año que viene. Llegan con mis padres y mis hermanos, con dos cuñados y un sobri, con una abuela, tres tíos con sus consortes y mis dos primas. Se quedaron en el camino tres abuelos y medio (ay, la tía A) y una tía. Y otras personas a las que también quería, claro. Igual pasa con los amigos. Unos siguen a la vista y otros desaparecieron. Pero al fin y al cabo soy lo que he vivido y todos los que me han acompañado me conforman llegando a esta edad tan redonda.

mis lecturas de abril

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Abril arroja un saldo positivo de 8 libros. Los de la foto. Esos mismos. Lecturitas muy ligeras para amenizar y distraer. Nada sesudo. Todo muy relajante y distraído. Muchos polis, detectives y forenses. Empecé el mes con Laura y el misterio de la Isla de las Gaviotas , de los guionistas Javier Holgado y Carlos Vila. Estos señores son los responsables de las historias de la serie Los misterios de Laura y el libro parece ser el comienzo de lo que se televisea. Por cosas de la vida, la prota y su recién estrenado marido deciden sobreponerse a su frutrada-en-el-último-momento luna de miel en una isla cántabra en la que sabemos que algo pasa. Algo de asesinatos, claro.