mis lecturas de abril

Abril arroja un saldo positivo de 8 libros. Los de la foto. Esos mismos. Lecturitas muy ligeras para amenizar y distraer. Nada sesudo. Todo muy relajante y distraído. Muchos polis, detectives y forenses.

Empecé el mes con Laura y el misterio de la Isla de las Gaviotas, de los guionistas Javier Holgado y Carlos Vila. Estos señores son los responsables de las historias de la serie Los misterios de Laura y el libro parece ser el comienzo de lo que se televisea.

Por cosas de la vida, la prota y su recién estrenado marido deciden sobreponerse a su frutrada-en-el-último-momento luna de miel en una isla cántabra en la que sabemos que algo pasa. Algo de asesinatos, claro.

Después del prólogo en el que una mujer es asesinada, allá por los ochenta, la primera parte del libro es una sucesión de vidas, las de los personajes que luego coinciden en la isla muy a lo Diez negritos, a saber: una mujer que recibe un herención y monta el balneario en la isla, un cocinero venido a menos, un político en plena campaña por la presidencia de la CAM, una experta en arte, la mujer de un extra millonario, un informático y Laura, la detective. Por supuesto en la vida de todos confluyen otros personajes que también forman parte del entramado de la historia. Pero vamos, estos son los que pivotan la narración.

A partir de esta presentación, se desarrolla la segunda parte, ésa en la que coinciden en la isla y en la que se quedan incomunicados con sus secretos y sus ambiciones y sus miedos y el montón de asesinatos que se suceden y al trío Laura -Jacobo-Martín sacando a la luz las miserias de todos y de la chistera el nombre del malo. Se lee bien. Entretenida y tal.

El segundo en caer fue La marca del meridiano, de Lorenzo Silva. También de detectives. En este caso el brigada Bevilacqua, Vila para los aficionados a las novelas del autor. La acción comienza con el asesinato de un guardia civil retirado, antiguo mentor del prota y se va desarrollando entre polis corruptos, narcotraficantes, prostitutas y mafiosos varios. Es muy dinámico y yo por lo menos lo he leido del tirón.

Luego leí el comic Lulú, mujer desnuda, otra vez de Ètienne Davodeau (me encantan sus historias, lo que cuenta y cómo las dibuja). El comic cuenta la historia de una mujer-madre que al salir de una frustrante entrevista de trabajo decide no volver a casa. Su vida es anodina y ordinaria y siente una angustia tan grande que se pone en camino y llega a un pueblo costero y conoce a un hombre con el que pasa unos días de tremenda libertad. Sigue su camino y conoce a una anciana que le ofrece alojamiento a cambio de que le cuente lo que observa cada día en sus vagabundeos. Mientras, su marido pierde el control y los papeles y sus amigos se dedican a buscarla. La estructura de la historia es formidable y mantiene una tensión fenomenal que sólo desaparece en las dos últimas páginas. Me ha vuelto a encantar. Soy fan de Ètienne Davodeau. Fan Fan.

No tardando mucho me puse con Foto movida, otra policíaca, ésta de Miguel Mena. La trama se desarrolla en Madrid, en plena “movida” y me ha parecido un gran reflejo de lo que fue aquella época, la verdad. Una chica aparece muerta en el Rock-Ola y un inspector de policía se dedica a medio descubrir qué pasó. Lo que más me ha gustado del libro ha sido que la historia es la excusa para contar una época. Lo importante no es el delito, ni el esclarecimiento de los hechos, ni la muerta y sus drogas, ni el detective, sino lo que se lee entre las líneas, que es lo que estaba ocurriendo social y políticamente en España en 1983. Este libro también me ha gustado un montón, y voy a buscar otros dos del autor. Merece la pena.

El siguiente que leí me gustó tirando a nada. Se llama La mujer que vivió un año en la cama y lo ha escrito Sue Townsend. Los hijos marchan a la universidad y la madre decide meterse en la cama y no salir. A partir de aquí, todo lo que os podáis imaginar. Y nos quedamos cortos. Tiene un par de situaciones en las que me reí, pero básicamente es muy prescindible. Y no me extiendo más, salvo solicitudes expresas.

Nada que ver con Juego de espejos, de Andrea Camilleri. Una de las siempre agradables entregas del comisario Montalbano. En ésta, todo se inicia con la explosión de un artefacto en un almacén vacío. Por lo que se cuenta al principio, diría que está inspirada en la famosa escena de los espejos de La dama de Shanghai. Qué recuerdos. Cosas de la mafia y de los narcos. Perfecta ambientación y personajes fenomenales. Los montalbanos de Camilleri son siempre apuestas seguras.

Y ya acabando el mes, leí un librito de poesía de Kirmen Uribe: Mientras tanto cógeme la mano (que no me ha entusiasmado demasiado) y Wabi-Sabi, de Francec Miralles.

Esta última novela... no sé. Tengo ganas de releerla. En una primera lectura cuenta la historia de un profesor universitario de cuarenta y muchos y escaso de amigos al que abandona su compañera de vida.Engañado por un vecino viaja a Japón. Entre el prólogo y el epílogo, la vida. Entre el antes y el después, un viaje. Uno de esos que cambian por dentro, que hacen apreciar lo que antes pasábamos de largo. Esto del cambio, de apreciar la belleza de las cosas insignificantes, de fluir, de no estancarnos en ideas y posiciones firmes ya es parte de la segunda lectura. Lo releeré. Es un librito muy delicado. Lo he disfrutado mucho.


Y con esto y un bizcocho... ya está bien para un mes. En mayo más y mejor.

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