maldición

me he quedado dormida en el sillón (es que he llegado demasiado relajada de yoga) y de camino a la cama he hecho dos cosas horribles, tan tan horribles que el sueño se ha esfumado y ahora no me queda más remedio que dedicarme un rato a las escribiditas.

La cosa uno ha sido instintiva. Del sillón a la habitación necesariamente paso por la cocina y aunque la cabeza estaba más en la almohada que otra cosa, los malditos pies me han llevado a la nevera y las manos han cogido un trozo de chocolate. Demonios. Tengo que hacer algo con la autonomía de mis extremidades. No puede ser que pasen del cerebro de esta manera.

La otra ha ocurrido mientras me comía el chocolate y un poco por hacer tiempo. Remierda. He encendido el ordenar para comprobar unas cosillas y aquí estoy, con el chocolate digerido y lo de dentro de la cabeza en ebullición.

Repasando el día, hoy yoga ha sido chupi. Ya lo escribía antes, he conseguido un estado de relajación brutal. La pena es que lo que me ha devuelto al mundo ha sido el ultraronquido de uno de mis compis (ése sí que estaba nirvaneando jejeje). Después de algo así, ya es imposible que yo siga nada. Entre la risa incontenible (por diossssss, ya debería poder superar esa risilla floja, soy adulta) y las ganas de contarlo por ahí, lo de los mantras han tenido que dejarlo para el próximo jueves.

Ahora que lo pienso, es curioso, pero hoy ha habido un antes y un después del yoga. Antes he sido eficaz, espabilada, capaz, con energía y después... tengo la sensación de que me han hipnotizado y se les ha olvidado despertarme. Lo del ultraronquido ha debido romper el chi o algo y yo me he quedado a medias, porque desde que he vuelto a casa he hecho de las mías al cubo, en plan quemar la cena, vaciar una botella de agua encima del mantel, olvidar que los pins se acuestan a las nueve, poner a secar el mantel bajo la lluvia o eso tan vulgar de quedarme dormida en el sillón.

Qué desastre.

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