4 de diciembre

Empiezo diciembre con el agua al cuello. En unos días presento un proyecto fin de master y así, entre nosotros, se me han ido los plazos. Puede que la presentación me salga redonda, pero el proyecto escrito va a ser tremendo mojón.

Una ansiedad por mis estándares de calidad y tal. Me he dado cuenta de que el covid me dejó bien chusca. Esa sensación inicial que tuve de envejecimiento prematuro no se acaba de disipar. Intento remediarlo, pero he perdido cosas que no sé si tengo fuerzas para recuperar. Voy a comprar colágeno ahora mismo, que si no me lo dejo en el tintero. Listo.

Además de estas milongas que me tienen entretenida, en los próximos meses me embarco en otras que me apetecen. Nada de viajes todavía (todo se andará, espero), pero se vienen cositas.

Total, que diciembre se presenta intenso, pero diciembre es siempre una alegría, aún con intensidades. Creo que mañana nos juntamos los pins y yo para darle el toque brillante a la casa. No hace tanto eran unos bebés, y ahora ya casi nos vemos cuadrando agendas. Qué loquísimo todo.

En unos días me reúno con dos amigos de Málaga, que vienen a cenar conmigo. No me puede hacer más ilusión. En cuanto pueda me catapulto yo para allá, que echo muchísimo de menos perderme en tus calles y encontrar las llaves de todos tus secretos, a lo Dry Martina. Qué alegría de ciudad. 

Y poco más por aquí, que mañana es lunes y madrugo y madrugar siempre es mal.

Feliz semana.

L.

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