uno de noviembre

 - Deberías estar más preocupado

- ¿Por qué?

- Porque te vas a quedar sin trabajo

- No puedo hacer nada

- Puedes quejarte, puedes decirle al gilipollas de Alberto que trabajas el doble que tus compañeros, que te pasas más horas en el trabajo que en tu casa. Yo qué sé, hacer algo.

- Pero es que me da igual. Y además no trabajo tanto.

- Ya, pero tú lo dices.

- ¿Para qué?

- Pues para qué va a ser, Ramón, para que no te despidan, para que podamos llegar a fin de mes sin la angustia de saber si vamos a poder pagar la luz.

- También podrías trabajar tú. Es solo una idea que estoy lanzando al aire, no me malinterpretes,

- Ya estamos. Cuántas veces te he dicho que yo tengo que estar en casa.

- Pues trabaja desde casa.

- Pues no me da la gana. Deja de decirme lo que tengo que hacer y céntrate en conservar tu trabajo.

- Es un trabajo de mierda. Me frustra ir allí todos los días. Me hunde levantarme cada mañana. No lo puedo soportar y, por lo que se ve, tampoco ellos me soportan a mí.

- Con esa actitud no me extraña. 

- Es lo que hay. Si te molesta ya sabes lo que tienes que hacer.

- ¿Qué?

- Pues eso, buscarte tú un trabajo. Ya me quedo yo en casa, para variar.

- ¿Y qué ibas a hacer tú en casa? 

- Pues lo mismo que tú, supongo.

- No, tú perderías el tiempo. Escúchame, es mucho más inteligente que hables con Alberto y consigas mantener tu silla bien calentita.

- Pero es que no sé, es que estoy hundido. ¿No me ves? ¿Es que te da igual cómo me sienta?

- Pues claro que no me da igual, pero es lo que hay. 

- Lo que hay es lo que queramos que haya, y yo no quiero esto, María. Yo quiero despertarme tranquilo por las mañanas. Quiero vivir, quiero sentirme bien conmigo y con lo que hago. Quiero un trabajo que me aporte más que ocho horas interminables de lunes a viernes.

-  Pero es que no entiendo por qué te quejas, está cerca, tienes un buen horario, si quitas a alguno, tus compañeros son majetes. Qué obsesión te ha dado, de verdad. Lo poco que te costaría ir allí, hacerle un poco la pelota a Alberto y volver a casa por la tarde. De verdad, es que no entiendo el problema.

- El problema es que no me quieren.

- No te quieren porque eres un rancio.

- Pue será eso, que soy un rancio. ¿Qué hora es?

- Casi las cuatro, vamos a darnos prisa, porque tiene toda la pinta de que se va a poner a llover. 

Comentarios

Molando voy

Las buenas acciones y sus consecuencias

hablar

frases de pared