volver
Yo no sé si será cosa de ser mamita o si es algo común a todos: volver de vacas mola mil. Que no es que se esté mal en la playa a tope de calor y de sudores, que no es eso, es la paz de llegar a casa y empezar a organizar lo que se me viene encima en unos días.
Partiendo de la base de que las vacaciones son necesarisísimas, personalmente me gustan más los fines-de-semana-willy-fog. Llega febrero y pumba, cuatro días a Fuerteventura o a Copenhage o a donde sea que nos valga con esos pocos días de descontectar.
Las vacaciones en verano a mí se me se hacen muy largas y eso que mis pins son mayores y cualquier cosa con ellos ya es fenomenal (salvo esos momentos de hermanos enredados en peleas sin fin, de los que intento escapar a-mí-no-me-lo-cuentes-eso-lo-resuelves-con-C/M).
Afortunadamente a los tres nos gusta el mar y estar en la playa por las tardes y no le pedimos mucho más a los días de calor. Descansar de Manza y dejar que el agua y el calor hagan de las suyas con nosotros.
El mar es maravilloso y los cielos tan azules y andar descalzo sobre la arena y todo lo que queráis, pero llegar por fin a casa y sentarse en la terraza a leer y el fresquito de dentro de un rato... eso es formidable.
Me gusta irme.
Volver me gusta millones.
Y ahora que estoy ya instalada, he cogido el cuaderno de escribir lo que se me ocurra y he empezado a planificar mi nuevo año. Que qué tonterías nos hemos montado en diciembre... empezando el año en septiembre, como todo el mundo sabe.
Vuelvo y sigo mentalmente estancada y tengo la necesidad de hacer alguna cosa diferente (admito sugerencias) y aquí estoy, haciendo listas en el cuaderno morado, que es el de las listas y el de los dibujos. Cosas descabelladas como irme a vivir a Inglaterra una temporadita y cosas menos descabelladas como hacerme -otra vez- universitaria. Yo qué sé.
Las cosas de volver.
...
Y de empezar.
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