la evolución de los rincones
Ayer estuve montando una mesa y
un rincón. La mesa para el rincón. Mi nuevo rincón preferidísimo en casa
pequeña. Y cuando me acosté me puse a pensar que yo soy mucho de rincones. Y
que tenía que escribir sobre ellos.
Los rincones especiales molan
mil. Y el nuevo me va a regalar muchos momentos buenos. Como el de ayer. Cuando
todo estuvo listo me preparé una cenilla y me senté en paz a terminar el libro
que me traía entre manos (curioso libro, me pareció malísimo pero me sacó
auténticas carcajadas. Aún ando pensando qué decido sobre él). Pero de vuelta
al rincón, me va a servir para cenar y para leer, para desayunar, para
compartir momentos con amigos y para hacer yoga si consigo levantarme al alba.
Ostras, y para escribir. Es un rincón formidable para escribir.
Esto de los rincones lo empecé
hace varios días. Tenía mi lista de rincones especiales, entre los que iba a
contar algunos lugares chulos de Madrid, algunas piedras de por aquí, los de
algunas de las casas en las que he vivido… pero será el verano serán los días
estos sin rutinas, se me hace bola seguir con lo de los rincones.
Me gusta el nuevo. Le encuentro
un montón de posibilidades. No puedo aprovecharlo con lluvia pero estoy deseando
hacerlo con amigos.
(hago un inciso rinconero para reflexionar sobre el ho(e)rror de mandar
a los chiquitines al rincón de pensar cuando hacen algo mal. Crecer creyendo
que pensar es un castigo no debe ser bueno)
Y ya de rincones.
En los últimos días estoy
aprovechando el verano. Salgo de casa por la mañana y no llego hasta la hora más
que bruja de acostarme para enlazar con otra mañana y así, día a día. Miau anda
desorientado. Y la pila de tareas caseras pendientes se me acumulan que parece
magia, pero no. Es que no estoy. El día que me ponga a ello voy a necesitar que
la fuerza me acompañe millones, porque cuando intento un rato de casa, el
resultado es una siesta fenomenal. Todo muy desordenado.
A ver si cuando vuelva de unos días en Almería retomo la vida, o algo.
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