ni úbeda ni baeza ni playa ni junio en parís

La previsión destemplada para el fin de semana me arrancó de cuajo las ganas de playa con pins. Lluvia y playa es un gran plan, pero nunca unido al trinomio pins. Así que el sábado nos fuimos a... El Escorial.

Trajo M de deberes buscar información sobre el Escorial y qué mejor información que verlo con sus propios ojitos, ¿verdad? Como soy antisocial y odio las muchedumbres, me desperté con calma, hice unos sangüichis y llegamos a las dos, comimos en la explanada y nos pasamos tres horas sin turististás de arriba a abajo, de abajo a arriba, de patio en patio y tiro porque me toca.

Más que a la oca, los pins utilizaron el suelo para jugar al ajedrez y así caminábamos, ahora en forma de L, ahora en diagonal, ahora me pido reina, ahora ostras qué pequeña la cama del rey.

De adolescente paseaba a menudo por el Museo del Prado y no fueron pocas las veces en las que permanecí bien de rato frente a el jardín de las delicias. En El Escorial hay un tapiz de este tríptico (muchos conoceréis la fascinación de Felipe II por el cuadro, así que no voy a ahondar en el tema) y me encantó que a los pins -sobre todo a M, sí señor- les llamara la atención. También hay una réplica de la primera tabla, que M reconoció nada más verla.

Pasear por un lugar así con hijos es emocionante. Además de interceptar las peleas motivadas por las reglas inventadas del ajedrez de repente te encuentras con un

Pues a Felipe II debía de gustarle mucho la pintura, esto está lleno de cuadros

Sí que le gustaba mucho

¿Por qué no buscamos la silla en la que se sentaba a mirar?

Cuando salgamos

Pero aún no nos vamos, ¿no?

Pues claro, tenemos que ver la biblioteca

La biblioteca y a los caballeros. Perdone señor, ¿dónde están los caballeros?

UUuy los caballeros... Ya se los llevaron de aquí, pero puedes ver la sala de las batallas, que es muy chula.

¿Hay una sala de las batallas?

Sí, subiendo por ahí

¿Puedo ir, mami?

Pues claro, ve. Nosotras vamos ahora.

A la salida nevaba y hacía un frío infernal (vaya, me ha salido oxímoron) o de mil demonios y convencí a los pins de cambiar la sillita del rey por un chocolate con churros, menos erudito lo mismo, pero cien mil veces más apropiado para unas manos edurnepasabán (la primavera que parece que llega me hace olvidar las manoplas en el cesto de cosas para el invierno y eso es mal).

Llegamos a casa y chocolate (sí, otro) caserito para merendar. Esta vez con bizcochos de soletilla. Ducha, pijama y tarde de poco más, de esas que tanto que me gustan.

...

Úbeda y Baeza desde luego siguen siendo un gran plan, igual que la playa de dentro de quince días.

Ni junio en París es un libro que me tienen que regalar para que lea con mucho amor, y como aún está en pendiente y en el título había tanto ni me ha parecido estupendo colocarlo ahí, en plan anáfora.

Y esto os cuento.

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