this is a man's world

A veces vivo en un mundo de hombres. Un mundo en el que tengo que tener clara la diferencia entre benjamín y alevín. Un mundo de montaje de escenarios en el que la fuerza física es un dato a tener en cuenta.

A veces no quiero saber qué significa esa llave inglesa que aparece iluminada en el coche. A veces cargo con un peso pesado escaleras arriba. O tengo que entender a una broca (bueno, vale, esto todavía está en fase pendiente).

La parte personal del mundo caracol me la he buscado y la asumo con gracia, mucho amor propio y grandes dosis de humor y bluetack. Ahora bien, la parte profesional... la parte profesional. Uf, la parte profesional.
 
Tantos años en el planeta testosterona y aún me cuesta entender cosas tan básicas como los filtros de un equipo de aire acondicionado o el tan manoseado fuera de juego. ¡Qué decir de la informática! más allá de lo que es útil.

Me da que este mundo me interesa más bien regulín. Soy capaz de afrontar sus retos. Me muevo con soltura entre sus habitantes (ay, aquella interesantísima e imprescindible reunión de dos horas sobre latiguillos, en la que brillé con luz propia). También aquí mi amor (i) propio y (ii) por mi género hacen que esté siempre a la altura, pero qué pesadez, oyes.

Qué pesadez andar impermeabilizando piscinas, organizando lechadas anti algas. Qué pesadez el coche en el taller. Qué pesadez subirme a la azotea a revisar los filtros de un equipo de a/a. Qué pesadez -esto es literal- la bombona de propano. O achicar el agua del garaje. Qué pesadez la nieve y sus cadenas. 

Pero qué gusto sentirse igual y poder con todo. 

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