Es evidente que con el otoño se inicia una etapa que invita a la introspección. Ya no apetece tanto la calle. Fuera llueve, hace frío, la luz es gris y en las casas calentitas tenemos tés y mantitas. Y ahora qué. Los ratos de estar solos qué. Las tardes de domingo qué. La lluvia qué. Los hijos qué. Muchos recurriréis a la tele o a la wii, yo reivindico mis manos. Aunque lo cierto es que tampoco las desprecio en las largas tardes de verano. Vivimos una época veloz. Todo corre. Todos corremos. Compramos pan y yogures por invertir nuestro tiempo en un centro comercial, en criticar, en enfadarnos, en perderlo, en creer que vivimos, en atascos, imaginando que solucionamos a medias el mundo.