las cartas

Todos los días vienen con sus sorpresas y ayer no fue una excepción. 

Me estaba preparando para el diísima largo y completito de piscinacomidameriendacenaycinenocturno (así, sin anestesia y sin parar) cuando recibí un mensaje completamente inesperado acompañado de la foto ésta que veis, que es de las que catapultan a otras vidas.

Lo cierto es que mi capacidad de reacción resultó bastante limitada. El sinvivir de preparar la bolsa de la pisci x 3 y discutir también x 3 hizo que el mensaje me resultara muy confuso. 

Se me ocurrieron muuuuuchas preguntas ¿Y esto? ¿Quién me lo manda? ¿Es Castell de Guadalest? ¿Llevo perlas? ¡Me encantaba esta foto! ¿De dónde ha salido? ¿Qué habrá sido de la chaqueta? Espera a ver ¿no llevo anillos? No, eso debió empezarme después.

Madremía, los recuerdos. 

Y yo sin tiempo.

No tardé en reconocer al remitente (eso del whatsapp es rollo si no tienes la lista de contactos en orden), a pesar de la foto del perfil o como se llame, que no le hacía nadísima de justicia. 

El resto de preguntas se mezclaron con las quejas de los pins cuando les enseñe a mami quinceañera (ya será un poco más) y empecé con las batallitas de señora mayor. Vale mamita, que llegamos tarde.

Así que salí de casa con el desasosiego de no poder sentarme a reposar los años que han pasado, que es algo que a veces me encantísima. Y también salí pensando ostras, y qué va a hacer ahora con la foto. Qué mal rollo que la tire. No me veo en la basura, tan mona con las perlas y la chaqueta molona de punto. Si se ha organizado el plan de deshacerse de ella se la tendría que pedir.

Y no me preguntéis cuál fue el devenir de mis pensamientos, que es facilito adivinarlo. Lo resumo con que de repente me encontré -ya camino del resto del día- pensando en escribir aquí en el blog sobre lo que me gustaría escribir y recibir cartas. Me imaginé una entrada vintage llena de esas cosas que hacíamos antes de internet. A mí en particular me encantaban las cartas. De hecho, las sigo escribiendo -llamadme Jane- a pesar de que ya nadie se molesta en hacerlo (es que ni en navidad).

Una entrada de cosas que me gusta de recibir cartas, en las que incluiría (sí, se me ocurrió a mí solita este ideón) mi dirección para hacer el experimento de ver si alguno de los que pasáis por aquí os animabais a iniciar conmigo correspondencia a la vieja usanza.

No en vano, según lo que pone en las estadísticas de esta página, tengo lectores en varios países y la verdad es que me hizo hasta ilusión pensar en lo chulo que sería recibir un día una carta sorpresa y contestar.

Entre nosotros, me pareció la mejor idea del mundo hasta las ocho o las nueve de la noche. Más o menos ahí, antes de la cena y el cine de después caí en la cuenta de que dejar direcciones en internet lo mismo no es tan pichi y me desinflé un poco, la verdad.

Y ahora, que tenía un rato perdido (estoy tan casada que escribo desde la mismísima cama) he decidido contar todo esto que me bullía desde ayer por ahí dentrito.

Que me gustan las cosas inesperadas.

Que me gustan las catapultas temporales.

Que me gusto más con cuarenta (aunque con diecisiete no estaba ni mal).

Que voy a escribir una carta a hermanamenor. No me contesta, pero por algo se empieza.

Y un par de cosas más sin importancia.

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