nadie sabe cómo ha sido

Vas dando una vueltecita por Toledo y fijo que trastabillas con una estatua de Cervantes. Lo casual es que te sientes detrás de una de tantas en una sombra felizmente encontrada y mientras comes unas viandillas y ves los culos de la gente que se cuelga del brazo de la estatua escuches

escuultooor... Óscar Alvariño

Ey. Óscar Alvariño. Le conozco. Estoy sentada detrás de una escultura que ha hecho una persona que conozco. Mola y tiene sentido fotografiarme con ella.
 
Tengo una debilidad (si sólo fuera una). Me encanta tocar esculturas. No puedo ocultar que me gustan todas las representaciones artísticas. Y qué narices, me encanta la escultura. En mi próxima vida pienso ser escultora. Qué pérdida no vivir entre trozos de piedra o barro, dando forma o sacando -según se entienda- del cubo una cara.

Mientras espero la vida que viene, me conformo tocando esculturas. Es algo que intento hacer siempre que se puede -tampoco ando saltándome cordones o asaltando vitrinas- porque disfruto haciéndolo.

Hace unos días me dio por pensar que sentarse delante de un cuadro y contemplar es compartir con su pintor un momento de la vida de ambos. A través del cuadro se juntan las manos que pintan, los ojos que pintan, con los ojos que lo miran y las manos en los bolsillos. Ese compartir sería el fin del arte.

En el caso de muchas esculturas (las posibles) tocar es una forma mucho más sensual de compartir. Acaricias la mano que el escultor seguramente acarició. Repasas con los dedos detalles, volúmenes, materiales y formas.

El día de Cervantes -además de posar de manera diferente a los cientos que me precedieron, todos colgados del brazo- miré y toqué y pensé que la próxima vez que vea al escultor (el jueves pasado nos saludamos sonrientes después de un tiempo largo sin vernos) le voy a pedir subir a su taller, que es algo que tengo pendiente desde hace ya y que por vergüenza, por no molestar, por las cosas que pasan, por la vida o demás majaderías no he hecho hasta ahora.

Por lo demás, tranquila. Con ganas de esta tarde tan de primavera. Atrás van quedando las lluvias, ideales para hornear, y van dejándose acariciar días de medio sol, temperaturas canarias, naricillas quemadas y gafas -la alergia me mata- de sol.

¿No os resultan fenomenales las tardes de veinte grados?

Bajar tranquilamente por la calle principal hacia la plaza, saludando alegremente a los conocidos, con un ramo de margaritas en la mano izquierda y sin más abrigo que una camiseta negra con ribetes azules de manga tres cuartos. 

Es hora de salir, de sacar todo fuera. De viajar y encontrar sorpresas en un callejón de Toledo. Es hora de todo el montón de cosas que se pueden hacer hoy, que ha pasado el invierno.

A ver si esta tarde, después de unos menesteres en el polideportivo, leo y teteo en el jardín. Y cambiamos las cupcakes de invierno por unos ricos helados de fresa y chocolate .

Comentarios

Unknown ha dicho que…
Me llamó la atención que hablaras de Toledo, vivo en Talavera, y después de acariciar a tus estatuas me he reído con tu invasión de gatos, con tus chuches y tantas cosas tan bien contadas.
Tienes nueva seguidora.
Bss.
Lucía. ha dicho que…
¡Muchas gracias y bienvenida!

Molando voy

Las buenas acciones y sus consecuencias

hablar

frases de pared