la felicidad es un pijama

Si no hubiera tenido que caerme de la cama para llegar a las once al pueblo, este domingo hubiera sido idealísimo. El madrugón lo ha deslucido un poco, es cierto, pero aún así me alegro de haber vivido este día tan sin altibajos.

Una vez en casa -cuánto frío fuera- deambular, escribir y esa cosa maternal del avituallamiento. Un té, más escribir, una ducha hirviente y larga y en pijama a las cinco. Encender la chimenea y el monopoly... un éxito que nos ha mantenido de seis a nueve entusiasmados (y no, no ha habido bajas). De ahí a ahora lo típico: más de comer, los baños de los otros, leer cuentos, muchas cosquillas y besos y más besos y escribir un poco más. No sé si antes de la ducha he intentado dibujar algo, pero sin llegar a interesarme. Y como bostezo cada cinco segundos creo que ha llegado el momento inigualable de meterme en la cama y abrir el último libro por la página 172. Antes me prepararé una infusión con regaliz y duermebienes que me regale una noche de sueños buenos.

No ha habido bizcochos, pero no descarto para mañana una tarde enharinada.

Comentarios

Lucía. ha dicho que…
Hola, bienvenido a esta especie de cosa rara y encantada de que pases a verme de vez en cuando.

...prometo hacer lo propio.

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