¿Por qué me siento tan mal?

Al llegar a casa he visto un TERRIBLE avispero en la ventana de la escalera. Sin perder un segundo me he hecho con una jabalina de avellano que tenía en el paragüero ¿? y he despedazado el nido.

Han caído toneladas de larvas de avispa, que son blancas con patas a lo cindy crawford pero sin su glam. He gritado, he salido corriendo escaleras abajo golpeándome el cuerpo como si estuviera lleno de avispas (que no), me he tropezado con la maldita vara de avellano y cualquier ridículo más que se os ocurra.

Recuperada del momento killer he vuelto para ver mi obra. Aunque me ha sorprendido que el barro estuviera fresco me ha interesado más componer una imagen engoladísima de valentía sin límite, con el palo en la mano, en plan Palas Atenea (aunque ella habría aguantado la compostura al ver aparecer a la madre avispa y yo sólo he conseguido medio cerrar la ventana con un pie).

Ya a salvo, me he asomado para ver el peor espectáculo del mundo: una pobre madre que no encuentra a sus bebés.

Mi avispita venía cargada con una gotita de barro y no sabía qué hacer con ella. Volaba y volaba, iba y venía, paseaba sobre la aldea arrasada. Llamaba con las antenitas a sus chiquitinas. Estaba desolada.

Al cabo de un rato se ha ido y yo he abandonado la ventana, después de soplar hacia fuera y con pena unos cuantos cadáveres de avispitas blancas.

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