La lala lala lalala
Anoche salté y grité y lloré y participé de esta nueva fiesta nacional que nos han impuesto unos hombrecillos en pantalón corto. Reconozco mi cobardía de casi no poder ver el final y me sonrojo si recuerdo los gritos de furia primero y alegría en la plaza. No había promesa previa de desnudo en la fuente (uf), así que terminé la noche con la dignidad intacta y la cabeza llena de rojo y amarillo.
Hoy, restos de España en los brazos y un poquito de intención de ir a Madrid a aclamar a nuestros caupolicanes.
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