Feliz año

Comienzo enero volviendo al trabajo después de dos semanazas de vacaciones y con el tictac universitario sonando cada vez más cerca. Lo del trabajo... divino, la verdad. Después de 10 años acabo de pasar mis primeras vacaciones-vacaciones de cerrar la puerta de la ofi y olvidarme de lo de dentro at all. Qué sensación. ¡Tenía hasta ganas de volver! Qué demonios, mola lo que hago y me divierte ir. Y las vacaciones sin estar pendiente del trabajo son vacaciones maravilla.

Estos días he estado aprovechando para terminar uno de los dos trabajos que aún tengo pendientes de entrega (acabo de enviarlo hace 10 minutos) y avanzar en el segundo (a ver si llego a tiempo), así que mis días de no trabajo han estado bien llenos de otro trabajo, el de investigar y escribir. El de sentir que no llego y llegar. El de por-qué-me-he-metido-en-esto y un grandísimo porque-esto-es-lo-mío. Ah, que lo mismo no os he contado lo mío con la Historia del Arte... pues he empezado por fin este año y NO ME PUEDE GUSTAR MÁS. Me gustaría dedicarle más tiempo, pero no tengo 18 años y cero obligaciones, así que aquí ando, haciendo lo que puedo y disfrutando infinito del camino.

Como no tenía cosas que hacer o en qué pensar me he autoimpuesto el reto mensual de hacer una foto diaria. En febrero colgaré el resultado. Como es algo que compré (de hecho, se lo compré a mi hija y se lo he robado) cada día descubro qué foto tengo que hacer. De momento yo y café. Lo que cuento. En febrero cuelgo una imagen de las 30.

Y lecturas pendientes. Tengo mil. Sigo con Donna Leon por eso de revivir Venecia (de verdad, quierísimo vivir en cualquier ciudad de Italia), pero tengo una columna de pendientes que me río de Trajano. Y poco más, que hoy veo que me acuesto a las dos. Ya otro día cuento más.

Y feliz 2020... ¡vamos a por él!

L.

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