se me nota al andar
El 1 de noviembre os conté que me apetecía el mar y el 6 de noviembre marché a Asturias, con mis pins, en una escapadita maravillosa que nos ha hecho muy felices a los tres.
Nos alojamos en una aldea cercana a Lastres, muy bien situada para lo mío con los faros y para lo de M con los dinosaurios, así que podéis imaginar que de todo eso hubo.
El viaje en coche hasta allí es largo pero muy bonito, sobre todo a partir de León. Por supuestísimo me perdí llegando y tuve que volver casi a Gijón para dar la vuelta. Todo el rollo ése me estresó un poquito -no mola nada perderse a tres kilómetros de la meta- pero la bienvenida a la sidra que nos brindaron cuando por fin alzamos los brazos de campeones suavizó lo que quedaba de día.
El día siguiente nos regaló un montón de cosas pichis: un almacén inesperado de cebollas, dos burros con malas pulgas, levantar la mirada y el mar, el faro de Luces, huellas de dinosaurios, una tarde maravillosa en la playa, un paseo por un bosque, millones de fotos, de ganas de que el tiempo pasara despacito, una búsqueda incansable de fósiles, mareas que subían, el desayuno descomunal que nos preparó la señora María Luisa (con leche de vaca recién ordeñada que fue muy puaj para los pins, yo ni la probé), una estrella fugaz (técnicamente, la estrella fue un regalo del viernes. Un regalo alucinante, por cierto), muuuuchas risas, mucho verde y mucho azul. En general, mucha alegría permanente de los tres, que queremos repetir no tardando mucho.
Me encanta el mar y fui muy muy feliz durante el fin de semana pasado. De vuelta a casa, con toda la energía chula acumulada, la semana se me ha dado bien a pesar del mogollón de historias que se me acumulan en los cajones de cosasquehacer. Los días diferentes hacen mucho bien a la cabeza y las risas también. Y si encima tienen hijos, mar, arena, bosques y sol... lo que digo al principio: se me nota hasta al andar.
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