malhumorada

Llevo unos días con ganas de escribir pero para variar ni encuentro el momento ni me decido por un tema. Lo del libro lo relegué al número cincuenta y cuatro de mi lista de prioridades, así que cuando siento esto de escribir, las posibilidades que se me abren son limitadas: cuaderno o blog.

Hoy que está de oferta, me decanto por esta vía más pública, más objetiva (lo del cuaderno... espero que llegado el caso se autodestruya en treinta segundos). Y ahora que tengo unos minutillos estoy decidiendo tema entre el rollo de la basura -eso sí que podía auto destruirse- y una reflexión sobre yo siendo valiente con la que ando de bucles.

Lo de la basura, porque esta madrugada mi cocina -por fin- ha dejado de ser un vertedero. Aparte de las dos bolsas de rigor, tenía contenedores para el aceite usado, acumulación de cristales y una bolsa de cartonespapel que llamadme cartonera.

De verdad que no entiendo que no nos paguen por esto. Cinco contenedores diferentes para cinco materiales diferentes que además, no son -al menos en mi caso- de llenado rápido, hecho que reduce mi cocina a proporciones liliputienses. Un rollo. Un rollo tenerlos, y un rollazo máximo salir de casa como la vieja de las palomas de mary poppins. Al primero que pensó en vendernos la moto este-DIY-te-convierte-en-un-ser-genial-y-digno-de-vivir-en-nuestro-planeta tendrían que darle un doctorado en algo. O muchos millones, los que se está ahorrando alguien gracias a nosotros, los pardillines.

Me pasa igual cuando voy a un hipermercado con cajas de ésas de autocóbrate, maja, que pagas lo mismo, te sientes pichi y nosotros nos ahorramos un sueldaco. Jamás me autocobro en una tienda. Jamás. Me parece un abuso de dimensiones colosales. Ni recojo la bandejita con los restos de mi comida. Nos dejamos engañar. Estamos suplantando a un trabajador al que seguro que le vendría bien un sueldo y estamos haciendo algo por lo que la gente cobre gratis para que un empresario gane (más) dinero. Me sale un a la mierda muy grande, cuando me ponen en estas tesituras.

Y queda fatal levantarte con tus hijos en una hamburguesería y dejar la bandeja con los cartones ahí. Sí, sí, fatal, los de al lado te miran regu y no se dan cuenta -vale que esto es mi punto de vista- de que el problema no soy yo, de que el problema es un propietario que quiere ahorrarse un puesto de trabajo. 

¿Os acordáis de que antes había un trabajo que era echar gasolina a los coches? Ahora pagamos directamente por hacerlo nosotros mismos.

En fin.

Me indigna mucho todo esto.

Lo otro de lo que me apetecía escribir era sobre una conversación que tuve la semana pasada. Unas amigas me dijeron que yo había sido muy valiente y quería reflexionar por escrito sobre esta valentía y sobre las separaciones en general. Pero casi lo dejo para otro momento o para el cuaderno ése de antes que espero que se autodestruya.

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