la bolsa y la vida

Hoy he recuperado del fondo oscuro de un armario una bolsa roja de karhu. Lo de karhu no es relevante más allá de que sirve para que os hagáis a la idea del tipo de bolsa que es, muy ochentera. La bolsa me la regaló mi abuela -a petición mía- cuando cumplí 12 ó 13 años y en su momento me hizo mucha ilusión, igual que el pañuelo de snoopy que la acompañaba (lo sé, hay cosas que no debería contar). La utilicé durante años para llevar al cole los aperos de deporte y ahora reposa -ya digo- en un fondo oscuro, llena de un montón de cosas en apariencia ridículas, pero en el fondo muy importantes para mí.

Está llena de mi vida.

Tiene mi cuaderno de arte, una foto de mi primer novio (con un olvidado nunca podré olvidarte), la pulserita que le pusieron a C en el hospital cuando nació, la entrada a mi primer concierto, de loquillo. Creo que fue el primero, pero no pondría la mano en el fuego. También guarda el primer relato que escribí, que se titula A través de la ventana. Hoy lo he tenido entre mis manos, pero no he sido capaz de leerlo. Sí me he acordado de mí escribiéndolo, en una olivetti, y pidiéndole a mi madre su opinión y la decepción de su comentario y que tardé mucho en volver a escribir.

Tiene folletos de lugares que he visitado en momentos especiales. Tiene baberos y ecografías. Tiene un pasaporte caducado que guardé porque me encontraba monísima en la foto. Tiene un libro de correos que intercambié con jl, alguna carta y una carpeta con fotos que si miro mucho me pueden hacer llorar.

Encontrarla esta mañana me ha venido muy bien para hacer una nueva incorporación: una bolsa roja, con letras blancas, llena de programas electorales y un papel doblado y vuelto a doblar que contiene el montón de frases que solté en la presentación de la candidatura.

No está mal. Hacía casi diez años que no ocurría nada en mi vida digno de ser guardado en la superbolsa, que va pesando un poco, aunque aún guarda espacio de sobra para un buen rato de vida.

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