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Mostrando entradas de septiembre, 2019

los viernes de L (vamos a intentarlo)

El mundo de los podcast me resulta practiquísimo y muy entretenido y no hay día sin su sesión de escucha selectiva de temas de mi interés, PERO a veces oigo cada cosa, que de verdad os lo digo, no sé hasta qué punto está bien dar voz a todo el mundo sin ton ni son. Grabadores de podcast, por favor, un poco de seriedad, de documentación, de no decir lo primero que os sale por la boca como si tuvierais 17 años y estuvierais de charla con amigos, sentados en un banco de la calle, una tarde fresquita de otoño con los cuellos de los abrigos subidos y las manos en el calorcito rico de los bolsillos. Da gusto escuchar programas de radio de profesionales en su versión seveneleven o incluso de aficionados entusiastas de los temas de los que hablan. Pero es una pena tanta morralla distorsionadora, con contenidos que podrían ser interesantes pero terminan siendo un voy-a-quitar-esto-que-me-estoy-poniendo-mala.  Hoy he tenido la poca suerte de uno de estos últimos. Y ahí lo he dejado

me he explicado fatal, lo siento.

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La ropa que me guste, que me valga y que tenga bolsillos, por favor. No pido más. Un par de buenos bolsillos son felicidad ropil. Los bolsillos son maravilla. En cualquier prenda. Soy feliz con las manos metidas en los bolsillos de los pantalones. Si ya son de una falda o de un vestido ni os cuento, por excepcionales.  Los bolsillos son practiquísimos y comodísimos. Y sé que esto que voy a contar es raro, pero llevar las manos en los bolsillos me parece tan confortable que cuando no los tengo... qué digo, yo siempre con bolsillos. Los bolsillos grandes de los abrigos, los comunicantes de las sudaderas, los superútiles de los delantales y mandiles*, los traseros en los vaqueros, los laterales. Estoy pensando ahora mismo que es curioso que encantándome los bolsillos no me gusten los chalecos de explorador ni los pantalones esos multibolsillos, me temo que no tengo alma de cocodrilo dundee.