Roma


Así, entre nosotros, el Tíber no es el río de mis sueños, pero lo acepto porque se desliza por Roma y Roma, ay, Roma, es una ciudad maravillosa, mágica, espectacular, monumental, magnífica, espiritual, barroca, escultural. Roma es querer quedarme a vivir allí.

A mi madre le hace gracia que cuando vuelvo de muchos viajes termino de contar mi experiencia con un enormísimo "viviría allí". Y lo digo siempre en serio, es cierto, viviría en taaaantos lugares... en tantostantos que habitualmente estar estancada en Manza me desasosiega millones. Pero este no es el tema, sweeties. El tema de hoy es Roma donde, evidentísimamente, viviría (jajaja, Tíber included).

Mi primera sensación (bueno, la segunda, la primera fue llorar al ver el coliseo por primera vez) fue darme cuenta de que no hay palabras que me sirvan para definir esta ciudad. He estado en muchos sitios, algunos espectaculares, y nunca he tenido esta sensación de quedarme sin palabras con las que contar lo visto y lo vivido. Y como estoy sin palabras que hagan justicia a Roma... hacedme caso: visitad esta magnífica ciudad.

Mi Roma ha sido un asombro continuo. En cada calle una maravilla, en cada vuelta de cada esquina una emoción de las que roban el aire. Ha sido una sorpresa detrás de otra. Sin parar. Da igual el tiempo que estés allí. De hecho, tengo la sensación de que no existe tiempo suficiente para descubrir cada uno de los tesoros que esta ciudad guarda. Podría volver mil veces y mil veces descubriría maravillas nuevas.  Estoy segura.

Mi Roma ha sido llorar al ver el coliseo, el Laoconte, el éxtasis de Santa Teresa, la columna de Trajano, la basílica de Santa María sopra Minerva, la capilla sixtina,  of course (donde me sobraba, a puñados, la gente)... Ha sido encontrarme frente a frente con aquello que alguna vez soñé ver. Ha sido emocionarme, disfrutar, ha sido abrazar un capitel -por dios, he abrazado, en Roma, un capitel- y abrazada al capitel en realidad abrazaba -yo qué sé- a Miguel Ángel, por lo menos, o a Fidias, y en cualquier caso a mi profe de arte del cole (ay, Chelo). Sí, sí... no os penséis que no sé que Miguel Ángel o Fidias no tienen nada que ver con mi capitel (Chelo sí), pero aquél capitel resultó ser un  símbolo perfecto de todo lo que me hubiera gustado hacer, de todo lo que aún me gusta. Qué digo gusta... ADORO. De todo lo que adoro. Jo, y todo estaba allí, esperando mis paseos, a mis ojos, y mis ganas.

Mi Roma ha sido coleccionar  recuerdos de suelos y ventanas. Ha sido entender la fuerza de la religión y enorgullecerme de la tradición cultural en la que he tenido la suerte de nacer y crecer. Mi Roma ha sido unas ganas increíbles de volver. Mi Roma es todo lo que aún me queda por ver, por pasear, por caminar. De verdad, ojalá en algún momento la vida me regale la posibilidad de vivir en esta ciudad una temporada más o menos larga, de poder disfrutar con tiempo y calma de todos sus rincones.

Mi Roma inspira, y respira. Es -efectivamente- eterna. Es un corazón colgado de una pared, una bóveda estrellada, un paseo largo. Es una ciudad maravillosa, ¿Que ya lo he dicho? pues sí, pero permitidme que lo repita una y otra vez.

Maravillosa.

Conozco varias ciudades de Italia. Del norte y del sur. Más industriales, más bucólicas y también algunas con su carga importante de historia, de todo un poco. Pero no he disfrutado en ninguna  de ellas como lo he hecho en Roma. Supongo que será porque es una ciudad viva. Estaba pensando en Pompeya, que fue otro sueño cumplido. Me encantó, me encandiló, fue todo lo que esperaba. No puedo decir nada regular de mi experiencia en Pompeya. Lo que la diferencia de Roma es que aquí todo está ensamblado de una manera perfecta. La historia y la actualidad. Es, de verdad y al conocerla lo entiendo, la ciudad eterna. Y también entiendo aquello de que todos los caminos nos llevan a ella.

De verdad espero que alguno de los míos me acerque de nuevo a los foros, al vaticano, a las termas de Caracalla, a las calles, al barroco romano, al trastevere, al panteón, a las fuentes, a las heladerías, a los parques, a los colores de Roma.

Qué ciudad tan extraordinaria.

Y yo, qué sin palabras.

L.

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