asociaciones
Hoy me he despertado con lo de mañana, que empieza el cole y la vida retoma sus rutinas fenomenales de tardes de otoño y libros.
El runrún de hoy está siendo -por esto de la vuelta a la vida normal- volver. La canción aquella de Gardel que no tiene nada que ver con esto que me traigo entre manos, salvo que vuelvo.
Pero mi vuelta es otra. Es la vuelta a los madrugones de madre que adora dormir por las mañanas y escribir y leer de madrugada, a insomnios angustiosos no-me-voy-a-despertar-a-tiempo-no-llegan-al-cole-fijo. Es la vuelta a las tardes en casa, con sus cenas diarias. La vuelta a los días cortos y las tardes oscuras. La vuelta a los paseos al embalse de los fines de semana, justo después de comer.
La vuelta a los museos. En noviembre tengo una cita con Ingres en el Prado. La vuelta a mis clases. Este nuevo curso continúo con el yoga y espero poder hacerlo también con la filología inglesa.
La vuelta al cine y a las mañanas de domingo. La vuelta a las carreras y a olvidarme de todo. La vuelta a los zapatos y a la sopa de miso.
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Y todo este retomar que empieza mañana vive acompañado del tarareo de un tango de mucha pena por lo del tiempo que se va y que sólo nos deja sus recuerdos. Que, entre nosotros, no pega mucho con esta algarabía de forrar libros. El tango, digo.
Se ve que tengo el superpoder de las asociaciones raras. Y me he puesto a pensar en escribir sobre esta mezcla de todo el lío de septiembre con el drama del tarareo.
Desde esta mañana lo runruneo sin darme cuenta, aunque si me meto en lo que canta... pffff de momento las nieves del tiempo no han plateado mi sien, aunque pocascanas van ganando su terreno y pffff (el pffff es para expresar el bajón de tanta pena) sí que es un soplo la vida.
Y en esto ando.
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Con las vueltas y mis canciones bonitas.
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