Cara y cruz

Empiezo por el ay que cruz. Rosa Montero me espanta y por defecto no leo nada mínimamente atribuible a ella, pero ayer hice una excepción, seguramente motivada por un titular que supongo pretende lanzar como nuevo icono de la más casposa intelectualidad, “Cómo convertir El Quijote en un ladrillo”.

Reay. Podría darse el caso de que esta pretendida intelectual se dirija a lectores resabiados capaces de leer entre líneas una especie de alegato contra el sistema educativo actual. Podría ser, pero ni aún en esas me convencen las mamarrachadas que nos cuenta.

Se queja de que el público en general “aborrece” la lectura (lo mismo hay que leerlo en clave rencorosa, que lo que no admite es que aborrezcamos la lectura de sus escribiditas) y tras un profundo estudio deduce (o deduce su amigo F López “a finales de año saldrá su próxima novela”, que lo sepáis) que el orígen de este aborrecimiento está en que los chavales “tengan que leerse por narices el Mío Cid, que no sé si ustedes lo recuerdan o lo han leido, pero que desde luego es considerablemente espeso”.

Luego está “la burricie de las familias” (pero qué se ha creido esta mujer que es, por dios) y el bachillerato. No os lo podéis creer, pero “a los 17 y 18 años es cuando se tienen que meter entre pecho y espalda El Quijote y La Celestina”...

¡!

En una arrebato de mala escritura, continúa con un chorreo de epítetos culturetas y es que la obligatoriedad de estas lecturas convierte estas “joyas en un muermo espantable, en un plúmbeo recuerdo que será una losa para toda la vida”.

No sigo porque no sigo porque si sigo me infarto.

La cara, para recuperar el sosiego, es un artículo sobre Erik Assadourian, en el que se trata ese tema que tanto me interesa del consumo responsable. Acaba de presentar el informe anual del WorldWatch Institute “La situación del mundo 2010: Del consumismo a la sostenibilidad” (me haré con él, me haré con él). Dejo el enlace de Transforming Cultures para los más listos de la clase.

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