en el Met

Os voy a contar una sensación curiosa que tuve en algunas de las salas del Metropolitan, en Nueva York, y voy a ser breve.

Es un museo enorme, tan enorme que tiene dentro, por ejemplo, un templo egipcio o un jardín japonés. Hay salas y salas y salas y paseando por ellas prácticamente puedes transportarte a cualquier lugar del mundo.

Bien, pues como yo soy fan de la historia americana decidí dejar a un lado otras cosas y encaminarme hacia la zona que me interesaba. Que si una escultura de Lincoln por aquí, que si un busto de Franklin por allá (recomiendo encarecidamente su autobiografía), que si una reproducción de una casa por aquí, que si una pintura de Washington cruzando el Delaware por allá y así fui disfrutando del entorno hasta que llegué a unas salas llenas de cuadros y esculturas de vaqueros y de indios.

Y lo que os quería contar es que me quedé estupefacta porque estas expresiones artísticas son totalmente ajenas a nuestra realidad. Por un momento pensé pero, pero... ¿esto qué es? y al segundo reaccioné y no me quedó más remedio que admirar cómo usaron su tradición artística para expresar su realidad, una realidad que para nosotros es John Wayne o la ficción del cine.

Me resultó impactante el uso de nuestras técnicas tradicionales, evidentemente suyas, para contar cosas que no nos representan histórica ni culturalmente para nada. No me estoy explicando nadísima bien. Quiero decir que ves una pintura japonesa y por técnica, materiales, temática, estilo, etc la identificas como algo ajeno. En este caso la técnica y el estilo son propios, pero ostras, hay un indio en el cuadro y eso así según llegas es, por lo menos, curioso. Ya digo que el impacto duró un segundo, pasado el cual aluciné y disfruté muchísimo de esta parte del museo. Los cuadros que más me llamaron la atención fueron los de Charles Schreyvogel, por si queréis echar un vistazo a su vidaobra por internet, pero había más de otros pintores. Resulta que el western es también todo un estilo artístico y yo 45 años sin imaginarlo siquiera. Qué cosa, el desconocimiento y qué maravilla viajar (y leer) para curarlo.

Me quedé tan sorprendida que hice algunas fotos que es algo que no suelo yo hacer (fotos de cuadros), pero es que me encantaron y pensé que me iba a apetecer verlas en casa.  Y aquí me ha asaltado de nuevo el siglo XIX en América, según descargaba las fotos del viaje en el ordenador. Y oye, tenía que compartir esta movida. De verdad. Qué descubrimiento más fenomenal. 

En fin, las cosas que se me pasan por la cabeza, ya sabéis. Es lo que hay y así os lo cuento.

Hasta la próxima ocurrencia.

L.

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