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Llevo varios días leyendo a banquet of consecuences, una novela policiaca de casi setecientas páginas. 

Y estoy muy aburrida.

Tan aburrida que no paro de pensar por qué se escriben libros tan largos y con tanta morralla. Como he escrito es una novela policiaca. El primer (y único hasta el momento) crimen aparece bien pasadas las trescientas primeras páginas.

Trescientas páginas para describir a los personajes, los lugares, el tiempo. Algo que podía haberse organizado en un par de capítulos largos. He llegado a pensar que el libro se ha escrito de atrás hacia delante. Que se comenzó en la página doscientos cincuenta y al acabar la autora debió pensar que no se explicaba bien la trama sin contar esas casi trescientas páginas anteriores que -así, entre nosotros- no tienen ni pizca de interés real.

Son totalmente innecesarias.

Ahora que voy por la 457 ya voy a terminarlo no porque me interese un pimiento (he superperdido el hilo), sino porque lo estoy leyendo en voz alta en inglés y me está viniendo requeté para desoxidar mis habilidades fonéticoinglesas.

Y a esto me he dedicado el fin de semana. Me gustan estos días de calor nuevo. Sentarme por la mañana en la terraza con el libro y las gafas y el sol y los pájaros que vuelven a cantar y dejar que vaya pasando el día, cambiando la luz.

Durante estos días también he ido al cine. Twice. He visto El guardián invisible y Locas de alegría. Me han gustado las dos. La primera es la adaptación de la primera parte de la trilogía aquella del Baztán, de Dolores Redondo (ya he apuntado el destino de mi próximo viaje: Navarra), la segunda es una preciosísima película italiana no voy a decir que alegre, porque es un dramón, pero es de esas películas que te hacen salir del cine con la vida abierta a las mejores posibilidades. Yo la he visto en versión original. En el tráiler que he enlazado se me hacen raras las voces dobladas, la verdad.

También he aprovechado estos días para buscar información sobre unas esculturas que encontré en uno de mis paseos por Houston. Tachán. Resulta que son del escultor catalán Jaume Plensa.

Las fotos son francamente malas. Hace unos años me compré una camarita compacta y rosa que es más bien tirando a triste en lo que respecta a las fotos que saca. Me empeñé en llevarla en lugar del móvil y el resultado es que las fotos nocturnas son lamentables y las diurnas depende.

En cualquier caso, la instalación (como veis, son varias las esculturas) se llama Tolerance y si buscáis en internet encontraréis más info sobre el autor y sobre su formidable trabajo. Os enlazo un artículo sobre este conjunto de esculturas. A mí me encantaron. Fue realmente mágico pasear por allí a la luz de estas figuras de letras. Es un camino muy agradable que lleva hacia un puente desde el que se ve el skyline de Houston. Es tan terriblemente romántico que incluso había un chico allí en el puente pidiéndole a una temblorosa novia que se casara con él.

Oye, que hasta me dio un poco de penaenvidia no haber pasado nunca por esa experiencia. Tengo casi 43. Todo puede pasar. Aún. Ja.

Otra cosa que me ha ocurrido estos días ha sido descubrir  la serie Alpha House. Me encantísima John Goodman desde Rosseane y suelo querer ver todo lo que hace. Esta serie me ha gustado bastante. Me divierte. Cuenta las cosas que les ocurren a cuatro senadores republicanos que comparten casa en Washington. No es la serie de mi vida, pero me divierte y me entretiene y eso -a veces- es suficiente.

Y poco más por hoy. Tengo un libro que acabar (pffffffff) y alguna peli que ver.

Feliz semana.

So long,

L.

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