crónicas de pearland III - the flood

Como no todo iba a ser de rechupete, un día por la mañana se me inundó la casa de mi hermana-cuñado. Del momento recuerdo básicamente dos cosas:

- el agua que no dejaba de salir del wáter
- a mí haciendo la croqueta en el suelo mientras lloraba de desesperación

Bueno, tres:

- a mí, descalza y llorando a moco tendido, por las calles de la urbanización, con mi sobrino en la cadera, buscando a mi padre o a alguien o directamente una abducción extraterrestre. Lo que fuera, pero ya.

Todo muy loco.

Y como si no lo cuento aquí seguro que lo encierro en el cajón del olvido... veréis.

Resulta que nos levantamos yo creo que el segundo día de nuestra vidita en Pearland (a ver si en la crónica IV cuento Pearland) y mi padre, que a la sazón está pasando allí unos meses cuidando al sobri, le dijo a C que qué tal si se bajaban al gimnasio y le explicaba lo de las maquinitas para que ella pudiera ir yendo cuando le apeteciera y tal.

Oye, pues muy bien. Les despedí preparándome el tecín de rigor y con esas me fui al baño a hacer un pisín, que no lo contaría si no fuera el comienzo de THE FLOOD.

Total, que la cisterna de casa de mi hermana -he comprobado que otras también- se descarga sola. O sea, no hace falta que tires de la cadena. El aparato debe tener un sensor o algo que le indica cuando uno ha terminado y oyes, tan divino. Esto no quita que también tenga opción manual que -aunque no viene al caso- es la que yo utilizaba. A lo otro no me llegué a acostumbrar.

En fin, que como estas cosas tan modernas puede que piensen por sí mismas esta en particular debió pensar que qué carajo era eso de soportar tres culos más y le dio un ataque de ira repentina que solucionó descargando y descargando y descargando agua como si fuera la fuente cascada esa de los 42.000 litros de la que os hablé el otro día.

Aquello empezó a subir y subir y subir, el agua comenzó a desbordarse, desbordarse, desbordarse; mi sobrino comenzó a querer tocar, tocar, tocar y yo me empecé a estresar, estresar, estresar.

Por un lado mierdamierdamierda pero qué mierdas pasa aquí, por otro sacando al sobri del baño, por otro el baño es una piscina y el agua me llega por los tobillos, por otro el sobri que vuelve a entrar, por otro me remango los pantalones (todo muy instintivo... total, para qué), por otro esta mierda no para de salir, por otro el agua comienza a extenderse por otras zonas (menos mal que todo es muy de moqueta y eso chupa y chupa y absorbe y absorbe), por otro me hago con una fregona, empiezo ahí a intentar quitar el agua y menuda gilipollez, por otro cojo al bebé y muy con el modo pánico ON salgo, pitando y dejando tooodo perdido de agua a mi paso, a la habitación en la que dormía M.

M, M, M, M, MMMMMMMMM despierta despierta despierrrrrbuuuuaaaaaaa y ahí empezó una escalada de lloros que ríete tú de cuando se muere di caprio en titanic (esto ya no es spoiler, que han pasado mil años). Qué manera de llorar. Debió ser mi forma inconsciente de ponerme a la altura del océano que estaba saliendo del wáter.

Imaginad el despertar de M. Mami llorando a moco tendido, con un churumbel enganchado en la cadera, los pelos pegados a la cara y empapada hasta el infinito y más allá. Ojo, que era la segunda mañana y todavía lucíamos un jet lag de campeonato. El pobre se llevó un susto... qué despertar.

Le dejo al bebé con el mensaje claro de POR FAVOR QUE NO LE PASE NADA y sobre todo, sobre todo, NO SALGAS DE LA HABITACIÓN y a tope de mocos y lamentos vuelvo al baño para comprobar que aquello se me había ido de las manos para siempre.

JAJAJAJAJA

Caí de rodillas al suelo enfrente de la puerta del baño y me puse a gritar todo lo que se me ocurría. Miré hacia la cisterna asesina (seguía a tope de vomitar agua) y me tiré en el suelo a hacer la croqueta y a llorar. Chicos: me había dejado el disfraz de fontanera en Madrid y me apetecía un poquito de drama o algo, se ve.

En un flash fugaz llegué a pensar ostras, si yo esto lo mismooooo lo puedo parar cortando el agua y me lancé a la piscina en la que se había convertido el baño y en un par de brazadas llegué a la llave y -por fin, con mucha ansiedad y un poquito de cara de asco- le cerré la boca a la maldita cisterna asesina.

El agua había dejado de salir. A mí aún me quedaba un rato para recuperar la compostura.

Llorando sin control, descalza, con los pantalones remangados en los muslos (total para qué, tenía agua hasta en los bolsillos) y con mucha congestión y mocos volví a la habita en la que había dejado a los chicos, cogí al bebé y e dije a M que no saliera de allí, que iba a ir a buscar ayuda. Al bebé le cogí en un arrebato de cordura porque pensé que si mi padre me veía en aquel estado y sin él, primero le daba un infarto y luego ya si eso preguntaba que le había pasado algo terribilísimo, y con el susto a M ya estaba bien.

Total, que salí de la casa de esa guisa, bajé las escaleras y recorrí los pasillos de la urbanización corriendo, llorando, hablando sola y en fin, todo muy de vergüenza ajena. Buscaba el camino del gimnasio. Era nuestro segundo día y no tenía ni idea de cómo era aquello. Y ahí me tenéis, perdida, en un estado lamentable, deambulando por un jardín que no conocía y ostras, aparece por fin el padre -que volvía a casa tan pichi y relajado y os podéis imaginar el sustazo. Cómo me alegro (una y otra vez) de haber tenido la intuición -esta sí funcionó- de llevar a sobri conmigo. Fijaos que estábamos allí los dos y el padre aún se pensaba que le había pasado algo a él.

Bueno, pues hasta aquí. Una vez acompañada controlamos la situación con todas las toallas del mundo y con una llamada a J (pobrecillo, qué penísima le di) que llamó a su vez y de inmediato a unos de mantenimiento que trajeron en un pis pas no sé el qué por una parte y una máquina enorme que echaba aire a lo bestia y que medio secó la moqueta en  las cinco horas o así en las que estuvo puesta a todo meter. Cuando conseguimos hacer desaparecer el agua (cosa de horas, imaginad) limpié el baño entero porque oye, el agua que salía estaba limpia y tal pero todo había empezado con un pis, pusimos todas las toallas del mundo a lavar y adelgacé los primeros cuatro kilos que adelgazo de golpe en mi whole life.

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