mis libros de verano (II)

Lo sé

Se me han acumulado los libros sobre los que escribir. Diría que no tengo tiempo, pero mentiría. Lo tengo. Me sobra. Pero lo invierto en no hacer nada. En mirar por la ventana, en pasear, en leer (poco últimamente) o en organizarme líos fenomenales que-me-embarullan-los-días-y-cuando-por-fin-descanso-sólo-quiero-no-hacer-nada.

Vivo en un bucle indestructible.

Vale que septiembre con sus comienzos de cole no ha ayudado demasiado. Vale que el comienzo del curso laboral tampoco. Vale que los momentos de playa me tumban (al sol) y vale que TBBT me distrae cuando debería estar escribiendo.

Vale todo.

Y a la vez sé que nada de eso es justificación suficiente, pero ¿tengo que justificarme? Pues no. Sobre todo si tengo en cuenta que total esto es lo que es y de obligación, cero.

En fin, que al lío.
Si en la anterior entrega conté los libros veraniegos que tenían que ver con polis y detectives, en ésta toca el resto. Antes de que acabara agosto leí un último librín. Como también resultó de malosymejores –y forma parte de una colección de cinco que cayeron en septiembre- lo de dejo para el día en el que toque hablar de ellos.

Hoy vamos a mis comentarios sobre

Cemetery girl, de Charlaine Harris y Crist Golden, Último tango en Auschwitz, de Andrés Sorel, Jazzuela, de Pilar Peyrats, Te adoro y otros relatos, de Cristina Peri Rossi, El hombre que arreglaba bicicletas, de Ángel Gil y Alfabeto de las pulgas, de Bernardo Atxaga.

Cemetery girl es una novela gráfica, primer tomo de una trilogía. No recuerdo de dónde la he sacado, pero lo que es seguro es que no está editada aquí. De momento sólo he encontrado la primera parte, en inglés, y me he quedado con la tontería de querer terminar la historia y no saber dónde buscar.

Quizá un próximo viajecito anglosajón o esa hermana giustoniana que me lo mande. Sería una ilusión fenomenal volver a correos veintemilañosdespués.

El caso es que el cómic de marras cuenta la historia de una adolescente a la que intentan matar y dándola por muerta arrojan a un cementerio. Pero hete aquí, que la chica sobrevive sin memoria y se instala en un panteón. Mientras intenta saber quién es y qué demonios le ha pasado es testigo de un asesinato allí mismo, en el agitadísimo cementerio. Además de su historia y la del asesinato de después, la chica consigue relacionarse con una viejecilla (a la que inicialmente robaba comida y que acaba de confidente de miedos y sinsabores) y con el conserje del cementerio (con éste último no llega nunca a verse, pero se siente cuidada por él en la distancia).

Más o menos acaba así la primera parte de la trilo. Ella desenmascarando desde la penumbra de su escondrijo a la malamalísima y compartiendo visiones-retazo con la viejecilla, y yo con ganas de saber qué demonios pasó con ella, de dónde viene y por qué nadie la está buscando.

Una buena lectura si no se queda a medias, como me ha ocurrido a mí.

Último tango en Auschwitz es uno de los libros más duros que he leído. Nos cuenta la historia de un violinista, que gracias a su profesión pudo sobrevivir (físicamente) al campo de concentración. Sabiendo tocar el violín, le designaron a la orquesta en la que a diario interpretaba obras para el resto de los secuestrados (no sé ni qué palabra utilizar) y –a veces- para los alemanes. El libro es muy farragoso, pero tengo la impresión de que es puro estilo. Una forma de amplificar la ansiedad que produce la historia. En la vida del protagonista desaparece la vida, desaparece la música. Sobrevive, pero nunca deja de ser un muerto en vida. Es imposible sobrevivir al olor de los miles de cuerpos quemados. Es imposible sobrevivir a los cuerpos sin carne. A los trenes matadero. Es imposible sobrevivir al terror. A las miradas muertas. A la desesperación. No es una lectura fácil. Incomoda. Revuelve. Estremece. Duele. Es puro horror. Sin tregua. Horror sin tregua. De principio a fin.

¿Cómo saltar de Auschwitz al divertimento que es Jazzuela? ¿Cómo pasar de la orquesta de la muerte al be-bop? Aquí en el blog, me temo que así, sin anestesia y tal. Jazzuela fue un regalo seguro porque (i) adoro el jazz y (ii) me gusta Cortázar. Es un libritodisco que cuenta la historia del jazz en un dosporcuatro, para detenerse un poquito en las canciones que se mencionan en Rayuela. El librito se lee enseguida y el cd se puede disfrutar en las tardes de soledad y yoga o en las mañanas solas de domingo. Lo que escribía: un divertimento. Una curiosidad.

Siguiendo con Cortázar I El Mencionado, leí Te adoro y otros relatos. Sigo con él –una vez más de refilón- porque la autora de este libro de relatos, Cristina Peri Rossi, también ha escrito Julio Cortázar y Cris, que es uno de los de mi montón de pendientes.

Si me centro en "Te adoro", es una compilación de 5 relatos estupendos: Desastres íntimos, El patriotismo, El día del Juicio Final, Sesión y Te adoro. Si tenéis un rato, recomiendo su lectura. Es formidable. A mí me encantó.

El hombre que arreglaba bicicletas es ahora mismo un recuerdo agradable. Ya conté ayer que ha pasado tiempo suficiente desde que leí el libro como para no recordar mucho. Sí recuerdo que fue lectura de tardes de verano, que el argumento era tranquilo, que el desenlace no esperado. Es una historia de esas corrientes, que pueden pasar. Sin estridencias. Con imágenes bonitas. Es la historia de tres mujeres (madre, hija y tercera en discordia) que conviven en una casa de playa mediterránea. Las relaciones que se establecen entre ellas y con el resto de personajes que forman la historia.

Y acabo esto, que no el mes de lecturas (ya he contado que cayó un último), con Alfabeto de las pulgas, un libro formado por textos muy cortitos y agrupados en tres partes: artículos, alfabetos y cuentos.

Lo más curioso para mí han sido los alfabetos. Son verdaderos juegos de palabras. Voy a hacer una cosa. Voy a releer este libro –me da pena no poder ser más extensa en mi comentario- y voy a contarlo junto con los de septiembre, que sólo han sido todos los de una serie de detectives creada por Jordi Serra i Fabra. Que luego empezó el cole y acabó mi paz.

Comentarios

Molando voy

Las buenas acciones y sus consecuencias

hablar

frases de pared