¿las semanas vuelan?

Pues parece que las que son mías, sí.

Las dos últimas están resultando un sinvivir de horas que se van. Salgo de casa en tiempo record desde que me despierto, pero no llego hasta la hora ésa del zapato de cristal que -entre nosotros- en chanclas se vive igual de mal.

Llego tan cansada que me tiro en plancha sobre la cama. Duermo regu y me despierto cuando parece que acabo de cerrar los ojos. Y vuelta a empezar. Y mientras, los días pasan y las cosas se me acumulan en los sillones.



Telas para hacer saquitos, ropas de mini que ha heredado C, libros y libros, zapatos que se escapan del arcón, bolsas, papeles, pleimobils de M, cartas, más libros, bolígrafos, chuches y un millón de cosas más que sssshhhhhh creo que cobran vida por la noche.



Lo bueno de este ajetreo monumental son los sueños hiperactivos que tengo. Algunos no molan, pero los que son buenos -como el de ayer- resultan soberbios. Hasta he hecho eso tan típico de tener al lado de la cama un cuaderno y un boli para apuntar de inmediato lo que haya pasado, antes de que regresen para siempre jamás a esos fondos grises de los que salen.



Por lo demás, bien. Mucha marejadilla tirando a marejada para los próximos fines de semana, con áreas de mar gruesa y un gran humor con el que afrontar las cosas que pasan.

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