los viernes de L (vamos a intentarlo)

El mundo de los podcast me resulta practiquísimo y muy entretenido y no hay día sin su sesión de escucha selectiva de temas de mi interés, PERO a veces oigo cada cosa, que de verdad os lo digo, no sé hasta qué punto está bien dar voz a todo el mundo sin ton ni son.

Grabadores de podcast, por favor, un poco de seriedad, de documentación, de no decir lo primero que os sale por la boca como si tuvierais 17 años y estuvierais de charla con amigos, sentados en un banco de la calle, una tarde fresquita de otoño con los cuellos de los abrigos subidos y las manos en el calorcito rico de los bolsillos.

Da gusto escuchar programas de radio de profesionales en su versión seveneleven o incluso de aficionados entusiastas de los temas de los que hablan. Pero es una pena tanta morralla distorsionadora, con contenidos que podrían ser interesantes pero terminan siendo un voy-a-quitar-esto-que-me-estoy-poniendo-mala. 

Hoy he tenido la poca suerte de uno de estos últimos. Y ahí lo he dejado, junto con esta reflexión sobre lo triste (cuando no peligroso) que me parece la desinformación o la difusión de información errónea, ignorante o no contrastada.

Por lo demás bien. He pasado una semana terriblemente larga, tan larga que el miércoles decidí cogerme hoy el día para simplemente estar en casa. He ido a nadar, he tomado un té con una amiga, he paseado por la montaña, he dormido la siesta y ahora ando organizando las próximas semanas mientras espero a que lleguen mis bebés (ay, si leyeran esto con sus mayorías de edad y tal...) para cenar juntos y dar por concluida la jornada. Estoy cansada, pero mucho mejor que el miércoles.

Y tengo una pila de buenos libros que leer.

Y de buenos podcast que escuchar.

O eso espero.

Feliz viernes,

L.


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