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Mostrando entradas de febrero, 2019

como si me diera igual

Molaría vivir como si me diera igual que esa mujer me mire mal por existir. Molaría vivir como si me diera igual que esa otra se piense que soy mas idiota que ella. Molaría vivir como si me diera igual sentir esta angustia dentro o como si me diera igual saltar al vacío. Molaría levantarme cada mañana como si me diera igual que ya no estés o como si no me importara esta casa desordenada. Molaría montarme en el coche y conducir como si me diera igual a dónde ir. Molaría nadar como si no me importara contar largos. Me gustaría pasear por Madrid de noche como si me diera igual el día siguiente. Me encantaría tomar decisiones como si me diera igual mi futuro y relacionarme con los demás como si me diera igual lo que piensen. Molaría bailar como si me diera igual que haya gente mirándome. Me encantaría hacerlo como si no me importara lo mucho que me duele, entre otras cosas, la cabeza. Me gustaría dormir como si me diera igual madrugar, asumir obligaciones como si me diera igua

pura magia

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  Me enteré de que se abría una nueva librería en Madrid e inmediatamente sentí el impulso de visitarla. No porque fuera una librería (que ya es un motivo en sí), no porque fuera pequeña (sin despreciar a las grandes superficies, lo que se vive en una librería pequeña es bien especial), no por las imágenes que vi de ella... Lo que me impulsó a buscarla fue su nombre: amapolas en octubre , tan maravillosamente atractivo como para plantarme allí el sábado. Estaba enseñando Madrid, mi ciudad, a tres amigas (una de aquí, otra de Italia y otra de Suiza) y -aunque no era el día porque teníamos planes por encima de nuestras posibilidades- bajando por Fuencarral pensé, qué demonios, y las engatusé para que me acompañaran va-a-ser-un-segundito a la calle Pelayo. Tenía tantas ganas de conocer la librería que estando tan cerca no me pude contener. Entramos y aún no sé qué me provocó un grandísimo ataque de locuacidad. Yo creo que sentí el lugar acogedor de inmediato.  Amapolas en oct

being pichi

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Hace unos meses estaba paseando por Bérgamo* con un par de amigas. Una de ellas, Anna, es italiana pero habla nuestro idioma con bastante fluidez así que, aunque a mí me mola darle vidilla a mi italiano, íbamos hablando en español. Para los que no me conocéis, cuando cojo confianza primero y carrerilla después, puedo conseguir hablar por encima de las posibilidades humanas y -no me había dado cuenta hasta entonces- parece que lo hago de forma muy expresiva, pero con bastante poco rigor. Uso muchas onomatopeyas, palabras inventadas, expresiones raras y acompaño el discurso con muchísimos gestos de la cara y de las manos. Soy una sopa de letras y me di cuenta cuando Anna en un momento determinado me preguntó, ¿qué es pin pan? , que es una expresión que utilizo millones chascando los dedos, además.

Tout les matins du monde

Salgo del coche, cojo la mochila y saco la tarjeta. Me coloco la mochila (bien, cada asa en el hombro que corresponde) y camino hacia la pisci. Buenos días, entro e involuntariamente miro la temperatura. Siempre es la misma. 30,5º en la piscina pequeña, 28º en la grande. El día que cambie me temblará un ojo. Unos cuantos pasos, empujo la puerta, entro en el vestuario y me dirijo al mismo sitio. Dejo la mochila sobre el banco. Me quito el abrigo y lo cuelgo en la misma taquilla (la última a la derecha en la fila de abajo). Abro la mochila y saco, por este orden, chanclas que coloco alineadas en el suelo, toalla, gafas, gorro y candado. Cierro la mochila y la vuelvo a abrir. Cojo el champú y lo dejo en el bolsillo delantero, a mano para cuando salga. Me quito los zapatos y los calcetines. Me pongo las chanclas sin pisar el suelo. Pongo los calcetines dentro de los zapatos en el orden en el que me los he quitado. Los coloco en la taquilla, debajo del abrigo. Me quito el pantalón y lo met

Tengo una amiga que

Conoce a una mala mujer.  Si pudiera, si supiera, la colocaría de protagonista sin desperdicio de un libro. Y recorrería todas las librerías vendiendo su (su) historia. La historia de una ignorancia sideral disfrazada de soberbia. La historia del despotismo paleto. La historia de la mujer que se vanagloriaba de haber contratado al "bonsái", el famoso ballet ruso. Así es su ignorancia. Solo comparable en magnitud a su maldad.  Imaginad. El libro sería sarcástico, irónico, bobalicón. Si supiera escribirlo lo haría y si fuera bruja lo convertiría con un golpe mágico de varita en el libro más leído del año. En España. En el mundo. Le encantaría ridiculizarla en todos los idiomas. Y no. Esto no la coloca a su nivel. Su maldad no es como la de la vieja bruja. Su maldad es de magia blanca, de bruja buena, de robinhooda de los bosques. La de la otra es asquerosa. Podéis imaginar que la bruja vieja de Mordor la tiene tomada con ella. Le lanza hechizos que esquiva