yesterday

Después de un fin de semana sin hijos y ante la perspectiva de una semana también sin hijos ayer decidí hacer algo poco habitual: ir a cenar con ellos a un macdonalds. Yo no soy una veggie hooligan, pero en mi dieta (y por extensión en la de ellos) no abundan las salidas a hamburgueserías, la verdad.

Esto tiene de bueno que se disfrutan mucho más, digo yo.

El caso es que ayer por la tarde celebramos el único día de estar juntitos saliendo de casa sobre las ocho. Hice unas comprillas de última hora y nos plantamos en un macdonalds vacío por obra y gracia de un partido de fútbol.

Que si hamburguesa por aquí que si patatas por allá, ¿por qué no vamos al Bernabéu?, preguntó C. ¿Por qué no?, contesté yo. Y así de espontáneos nos plantamos en la castellana en un pispás. El macdonlads estaba vacío. La carretera, ni os cuento.

Mi plan de madre responsable era darle un par de pasadas (la de ida, la de vuelta) al coliseo de la castellana (efectivamente, yo soy madridista) con las ventanillas bajadas, por eso de oír un poco el rugido de los ochenta mil.

La realidad de la malamadre que soy fue aparcar a 2 kilómetros del estadio y plantarnos en Concha Espina al tiempo justo del segundo gol. El tercero lo vivimos muy on fire, ya recuperados del paseo. Hoy no han ido al cole a primera hora.

La aventura hubiera devenido en locurón si mis hijos fueran del Madrid, pero -vaya por Dios- son del atleti (muy del atleti) y aunque C se vino arriba porque la verdad es que qué emoción, M tenía una cara el pobre que aún me arrepiento del gritosalto involuntario que metí en el tercero.

Me contuve de gritar y cantar durante el camino de vuelta y ya en el coche les puse el himno del centenario (el suyo, el de Sabina) para compensar un poco la algarabía de fuera.

Qué cosa pensar en la carita de M. Cómo iba de emocionado (aún con expectativas) y cómo volvía de triste.

Y qué cosa Madrid por la noche.

Me encanta.

Y ayer hacía bueno.

Pasear por Madrid por la noche sin frío sigue siendo una de mis ocupaciones favoritas.

Y hacerlo con mis hijos mola mil.

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