Sunday morning

Yo no soy de las que adoran los días laborales. A mí lo que me gustaría es volver a sentir lo de aquellos interminables veranos azules de la infancia. Sin prisas, sin obligaciones, sin problemas, felicísimos. Lo que ahora vienen a ser mis domingos.

Que oye, por lo menos nos quedan los domingos.

Este de hoy, por ejemplo, está resultando ideal. Dormir, leer, escuchar música y bailarla a saltos, planificar cosas chulis, lluvia. Casa. ¿Os acordáis cuando jugábamos al rescate y había un sitio en el que no te podían coger porque era casa? Los domingos son casa.

Esta mañana en particular ha empezado divina. He encendido el espoti en modo aleatorio y la primera canción que ha salido ha sido mi preferidísima de todos los tiempos. Moondance. Van Morrison. Debe hacer -no sé- meses que no la escucho y con los primeros acordes he sonreído tanto que me he puesto los auriculares y he empezado una escalada de canciones preferidas, bailes y saltos que me río muy fuerte de Tom Cruise en Risky Business.

Cosas felices que solo pasan los domingos.



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