el pijama

He descubierto la causa de mi pereza legendaria. O lo mismo he descubierto el resorte capaz de ponerme en movimiento cuando todo se me dibuja con la lentitud de un atardecer en el cabo de san Vicente.

Qué imagen tan poética para acabar contando un pijama. Que el resorte -mon cheries- es un pijama rojo y tremendo que saqué hace unos días de un cajón, y que me puse después de una ducha estupenda, aún no sé movida por qué (el pijama, no la ducha).

No recuerdo de dónde salió el pijasorte. Por su aspecto, diría que es un regalo de abuela, pero no recuerdo que mi abuelilla me haya regalado un pijama jamás. Pijasorte es un dos piezas muy conjuntado que en la parte-camiseta luce un oso amoroso -de esos osos amorosos que muchos recordaréis si hacéis un esfuerzo y si no, google y ya- con un corazonaco gigante y también muy rojo y unas letras que juntas hablan de una cualidad que -entre nosotros- sólo saco a pasear (y mucho) de la mano de mis hijos.

Soy amorosa, dice el oso. Ja. Se ve que no ha pasado tiempo conmigo. Ni lo va a pasar. Si lo hiciera estoy segura de que las letras juntas se irían desdibujando a ratitos hasta acabar en el desagüe de la lavadora. 

Pijasorte tiene el superpoder de transportarme de la cama a la ducha en un nanomomento. Nada que ver con el montón de siglos que acumulo con la otra ropa de dormir. Además, también presenta una fuerza magnética muy chula que me repele hasta el momento exacto del basta ya por hoy.

Antes de pijasorte y seguro que después también, me acuesto con eso que conocemos como ropa cómoda. Un pantalón calentito por aquí, una camiseta xxl de leñador noruego por allí (con tristeza os cuento que nunca he conocido a un leñador noruego que me regale sus camisetas, es sólo una imagen de lo que quiero contar). La cosa es que esta ropa cómoda me resulta tan confortable como pasar la tarde en los brazos de un oso -quien dice oso dice leñador noruego- que digo que es pura paradoja que cuente esto del abrazo de oso cuando el pijama de oso de verdad, con su corazón en la mano y tal, ni me abraza ni nah.

A lo que iba: con mi ropa confortable me siento estupenda vagabundeando en el bucle de mis tardes, del sillón a la cocina y de la cocina a encender la calefacción de mi habitación y al sillón de nuevo a retomar el libro y así, tan pichi, hasta que se hace tarde y con esto y un bizcocho.

Con pijasorte estoy permanentemente en marcha, tan vestida que preparadalistaya para lo que surja. Con tal de no ponérmelo me paso el día de fiesta toda la noche sin descansar. Lo que escribía al principio, pijasorte es un ponepilas formidable.

Esta tarde, sin ir más lejos, he llegado a casa, me he duchado y me he vestido. Evidentemente no para ir a la ópera, pero lo mismo en un rato -quién sabe- cojo y me voy al cine.

Sin pijasorte en mi vida eso -simplemente- sería impensable.

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