las semanas y mis cosas (VI)

Las siete de la tarde y aún en pijama. He domingueado fenomenal, siestón incluido. También me ha dado tiempo a un par de domesticidades muy básicas y a desesperarme por los quince días que me quedan para montar la que va a ser mi nueva casa pequeña.

¿Una palabra que defina la semana que hoy acaba? Mueble. He trabajado, he visto patinar a C (es que es tan guapa), he estado de merienda campestre y de cumple en lavapies (la bisa, que va por noventa y cuatro), he encontrado un gato caput -todo muy puaj- en la entrada de mi casa, he leído, he completado el plan de ir a por M caminando en vez de en coche, he conducido castellana arriba y castellana abajo, he tomado cienes de tés, he disfrutado millones viendo a C&M hacer pulseras con gomas y lapiceros, he comenzado a seguir una serie nueva que se llama La caza, no he ido al cine, me he desapuntado definitivamente del gimnasio -tontería seguir con el autoengaño- y sobre todo he montado muebles.

Tres estanterías, una mesa y un zapatero. Todo muy a solas y tan profesional que llevo dos días sin poder subir escaleras sin que me tiemblen las piernas. En serio, los dolores. Todo muy ibuprofeno. Pero qué orgullo, oyes, produce lo de crear, aunque sean muebles.

Ando ahora agobiadilla porque mis planes de traslado se frustran un poco. Es primavera y la fecha prevista está llena de planes en las vidas de quienes se ofrecieron como colaboradores necesarios, y me temo la angustia de tener que hacerlo tirando a sola, cosa que tampoco me espanta. Que yo puedo con todo.

Por lo demás, todo en orden. Con pocas ganas de lunes, con la nevera vacía, todo más o menos recogido y a ver si encuentro un rato y me siento a meditar, que me trajeron los reyes un zafú y aún no le he dado ni forma. También debería llevar una silla a mi casa pequeña, que no se me olvide en la próxima incursión. Me duele la garganta de marzo y poco más, que las hadas se desperecen por fin y vuelen por nuestros rincones dejando caer magia y cosas buenas.

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