leer y seguir leyendo

Pensaba yo que la convalecencia supondría la reducción drástica del montón de libros que habitualmente me rodea y para mi sorpresa no ha sido así.

Hasta ayer, pasaron 10 días de no abrir uno y justo ayer fue que leí un ensayo breve de la colección qué hacemos, de la editorial akal. 

Qué hacemos con la literatura.

En apenas 60 páginas describe la situación actual de la literatura (nada que no advirtamos en un paseín por cualquier librería), sus causas, el objeto y nuestras responsabilidades como lectores y -en su caso- como escritores.

Las reflexiones del ensayo me han parecido no esclarecedoras, pero sí "organizadoras". Han dado un orden a mis propias reflexiones al respecto.

Comienza el libro intentando determinar qué es la literatura, y lo hace a través de cuatro aproximaciones por sí mismas insuficientes para responder la pregunta:

- Literatura es una obra de imaginación

- Literatura se define a partir del empleo característico del lenguaje

- Literatura tiene un carácter práctico y es autorreferencial (es literatura cualquier texto que no persiga un objetivo práctico inmediato y concreto)

- Literatura es todo texto de calidad (el valor determina lo literario)

Todo ello y su desarrollo posterior, concluye que la literatura en ningún caso es independiente del momento histórico en que se produce, de la política y el orden social en que ha sido creada. Por lo tanto, como lectores, es fundamental que leamos cualquier texto en relación con su historia, que interioricemos la ideología de los textos. Que vayamos más allá de las palabras. Que pensemos. Que seamos conscientes de que en esta parte de la historia que nos ha tocado vivir, la literatura, como todo, es literatura de consumo, de usar y tirar. Que no somos más intelectuales por leer más, ni más libres, si no lo hacemos con consciencia.

También la literatura, la cultura, está sometida al yugo del capital, de forma que 

Libro = objeto de consumo
Literatura = mercancía
Escritor = productor / vendedor
Lector = cliente
Editor = distribuidor

Así las cosas, teniendo el cliente siempre la razón, el escritor se dedica a producir no lo que quiere, sino lo que se demanda. ¿Y qué se demanda? Lo que deciden los medios de comunicación, que normalmente comparten capital con las editoriales. Y viva el marketing. ¿Consecuencia de todo esto? La masificación de la producción. Los lectores perdemos la capacidad de decisión. Adquirimos lo que el capital (propietarios de editoriales y medios de comunicación) quiere que adquiramos. Compramos, usamos y tiramos/olvidamos. Como lectores, estamos desorientados ante tanta producción y oh oh, la crítica literaria no nos sirve a nosotros. ¿Adivináis a quién sirve? Efectivamente, a los medios propietarios de las editoriales que les pagan el sueldo. Una crítica literaria no independiente hace que nos guiemos en nuestras decisiones-inquietudes-gustos por los intereses de -una vez más- los medios propietarios de las editoriales.

Ante esta situación descorazonadora, comienza la tercera parte del ensayo: qué hacer. 

Como lectores, leer y seguir leyendo, pero de una manera crítica y reivindicativa, siendo conscientes de que los textos hoy no son inofensivos ni autónomos.

Como escritores, actuar. El ensayo plantea dos formas de actuación. Las denomina "literatura caballo de Troya" y "literatura de combate", podéis imaginar las características de cada una. No me extiendo.

Conclusión: Parece que aún no está todo perdido. Se pueden escribir libros que inquieten al lector, que nos zarandeen y que -desde dentro o desde fuera del sistema- plateen debate social, desenmascaren, abran los ojos.

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Desde hace muchos años me quejo de la barbaridad de libros publicados, de las mierdas colosales que se publican, de la falta de criterio a la hora de editar textos. Creo que no todo el mundo está preparado para publicar sus historias, como no todos estamos preparados para abrir un cuerpo y extraer -qué digo- un útero (afortunadamente, ¡los míos eran de los buenos!). Yo estudié derecho y no me atrevería -a estas alturas- a asesorar profesionalmente a nadie. ¿Cómo puede ser que permitamos que cualquier analfabeto al que le escriben un libro (un caso de última hora, aunque no más lamentable que muchos otros, el de la madredelahijadeltorero) se beneficie así de la literatura? ¿En qué parte del camino nos hemos sentado a descansar? 

Como lectores, deberíamos reivindicar un mínimo de inteligencia en lo que leemos. Como escritores, los que lo sean, los que de verdad tengan el don o el conocimiento, deberían reflexionar y replantearse hacia dónde quieren ir. Ellos. Que nosotros les seguimos, pero no hasta el fin del mundo.

Por cierto, mi recuerdo hoy a "el perseguidor".

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