escribir como venganza

Anoche escribí un cuentecillo-vudú. Puedo decir que hacía años que no me sentaba en serio con la intención de escribir una historia. Lo sé porque cuando llegó el momento de guardarla oh oh ni siquiera tenía una carpeta correspondiente a 2013. 2013, que ha quedado oficialmente declarado Año del Barbecho.

Se ve que desde la soltería no encuentro el  sosiego, ni el momento, ni el lugar. No debería ser así, pero así es. O que se me embarulla todo de tal forma que no encuentro cómo desembarullar.

Sea lo que sea, el caso es que anoche acabé con el periodo de reflexión y escribí un cuentecillo-vudú, con la intención inicial -luego llegará la otra, la literaria- de que cada palabra sirviera de alfilerillo y que la historia contada se trasladara a la persona objeto del protagonismo.

Todo llegó a raíz de la nevada del otro día, que medio disfruté sin poder salir de casa -ya sabéis. Porque las nevadas se disfrutan, por lo menos en Madrid, que caen tan de tiempo en tiempo. 

Pues veréis que hay gente incapaz de disfrutar de la nieve, ni de la vida. Personas que se imaginan muy por encima de la media schwarzenegger pero que llegado el caso se apoyan en las cabezas de los que tienen al lado para intentar hacer sobresalir la suya.

Personas que se merecen un cuento-vudú que les ponga en su sitio. Al menos en la cabeza de quien lo escribe y de los afectados que tengan opción de leerlo.

Y ahí andaba yo con el runrún hasta que

Nada hacía presagiar, cuando se asomó al día, las cantidades navegables de su propia miseria que se le iban a atragantar en la comida.

Se desperezó grotesco, como era, pastoso del alcohol de la vida anterior. Se levantó titubeante y se rascó el culo con desgana. Pantalones de rayas, pies desnudos, camiseta harapienta y una cabeza lenta, muy lenta, coronada por dos kilos de ensalada de canas.

empecé con esto y terminé condenándole al ostracismo y al autoexilio mientras

En la calle, los niños empezaban a divertirse con sus juegos. Poco a poco el silencio de la nieve se fue llenando de muñecos con nariz de zanahoria, de bufandas de colores, de bolas y de caídas.  

Dentro de unos días lo leeré, lo reescribiré y lo cambiaré hasta el infinito. Pero siempre será mi recuerdo de la idiotez hecha hombre en una tarde de nieve. 

Escribir es altamente terapéutico. La mejor forma de sacar lo que nos remueve por ahí dentro y observarlo una vez fuera y dar carpetazo al asunto y a otra cosa mariposa.

Yo recomiendo escribir a todo el mundo. Sin pretensiones literarias, por supuesto. Escribir para sacar, para curar. Escribir como venganza (éste es mi segundo cuento-vudú, tampoco os creáis que soy la bruja del mar). Escribir y cumplir los sueños en lo que se escribe. 

Escribir siempre reconforta. Así que ¡hala!, ya estáis tardando.

Comentarios

Molando voy

Las buenas acciones y sus consecuencias

hablar

frases de pared