noviembrelibros

En noviembre han caído seis. A saber:

Yo soy Malala, Nadie quiere saber, Habla Walt Whitman, Intrusa, Deportados a la tierra de Van Diemen y Sólo por instinto.

El que más me ha interesado y gustado, el de los deportados. El que menos, ahora lo adivináis.

Los dos primeros han sido libros de cama. Los leí en pleno ataque gripal, sin más pausas que las propias de la fiebre. Los leí en el ipad y

Yo soy Malala sitúa en el mundo a los que vivimos en la felicidad de nuestros sistemas sociales más o menos rancios, pero más o menos libres (si dejamos de lado las manipulaciones conspiranoicas).

Abres el libro y zas, te transportas a pleno valle del Swat, en Pakistan, justo antes de la instauración del régimen talibán. Supongo que la historia de esta niña es lo suficientemente conocida como para que nadie se pregunte por el argumento del libro. Es la historia de su vida hasta los quince años. Hasta que un tiro en la cabeza por ser mujer y por ir a la escuela la desterró, junto con su familia, a Inglaterra, desde donde se ha convertido en un símbolo de la lucha por la educación universal.

Más allá de la historia principal del libro, su lectura adentra en el conflicto fundamentalista. Describe con bastante eficacia la transición de una sociedad libre a una sociedad infierno. Desde mi punto de vista y sin extenderme más, es interesante. Lo recomiendo.

En cuando a Nadie quiere saber, se trata de una novela policíaca escrita por Alicia Giménez Bartlett. Los protagonistas (Petra Delicado -inspectora- y su ayudante Fermín Garzón) se enfrentan al antiguo asesinato de un empresario textil barcelonés, un caso que se reabre cinco años después del óbito para dar un giro de ciento ochenta grados. De aquellos primeros acusados, tan ramplones y vulgares (una prostituta, su chulo, en fin) a la intervención de la mafia napolitana o camorra va un trecho, que es el que recorren nuestros protas a lo largo de las casi 400 páginas de intriga, colegueo internacional entre policías, breves incursiones en sus tribulaciones personales y un estilo bastante directo y ágil.

Una novela también recomendable, que en mi caso supuso una agradable compañía en el lecho del dolor.

Habla Walt Whitman es una rareza que hizo las delicias de mis ratos de ir a buscar a los pins. Tengo la costumbre de regalarme unos minutos fijos de lectura cada día. Me planto en la puerta del cole de M unos cuarenta minutos antes de que salga y devoro frases e ideas sin distracciones ni ruidos ni teléfonos ni

El caso es que este librito (y cuando escribo librito lo hago plenamente consciente de lo que escribo), editado en pre-textos, es un must para los amantes de Hojas de hierba, entre los que evidentemente me encuentro. Se trata de una compilación de conversaciones, frases, reflexiones y comentarios del poeta sobre, mmm, un montón de temas: literatura, historia, escritura y crítica literaria, naturaleza, América, política, esclavitud, el papel de la mujer en la historia, filosofía, autores, amigos, enemigos o avances tecnológicos, por citar algunos de los más relevantes.

Interesante.

Intrusa es una novela del escritor francés Eric Fayè que no me ha gustado especialmente. Cuenta una historia -real- que ocurrió en Japón en 2008: un hombre soltero y solitario descubre, gracias a cambios muy sutiles en la colocación y manipulación de los alimentos de su nevera, que en su casa vive desde hace un año una mujer, escondida en el armario de una habitación que apenas usa.

Los personajes están bien construidos (aunque teniendo en cuenta que son reales no tiene mucho más mérito, creo), la historia narrada de una forma sencilla y muy delicada, pero imitando muy burdamente -creo yo- el estilo japonés. 

Entre nosotros -y divergiendo con la crítica francesa y supongo que universal- no me parece un gran trabajo, toda vez que no es original ni lo que narra (no es una idea propia, sino que ha ocurrido y se limita a contarlo) ni cómo lo hace. Pero al menos está bien escrita (la traducción).

Llegamos a los Deportados a la tierra de Van Diemen. Es un breve ensayo de Judith O'Neill que nos acerca -a través de la historia real de dos deportados: William Lyall y Ann Battersby- al proceso de colonización y población de lo que ahora conocemos como Tasmania. 

El libro forma parte de una colección dirigida a estudiantes y cuenta con muchas  y muy interesantes aportaciones documentales (copias de registros, de certificados, fotografías, planos). Es un ensayo que no trata de grandes asuntos históricos, sino que profundiza en la vida cotidiana de aquellos convictos británicos que recibían la pena de la deportación. Llegaban a Australia en barcos de presos, tras largas travesías, y muy pocas veces regresaban a su tierra natal. Al término de su condena salían adelante en una sociedad en la que todo estaba por hacer. Formaban familias y fundaban ciudades. 

Me ha resultado una lectura tremendamente interesante. Ya he escrito antes que es lo que más me ha gustado leer en noviembre.

Por último, he leído Sólo por instinto, de Luis Compés. Es un libro que trata el tema de la violencia de género. Se lo compré al propio autor hace unos días, en el iryvenir de las actividades que organizamos con motivo del Día contra la Violencia machista. 

Teniendo en cuenta el esconder de cabezas cuando se trata sobre este tema, es valiente editar un libro sobre el terrorismo machista. A partir de ahí, de la encomiable valentía del autor, tengo que decir que la historia no me ha revuelto por ahí dentro.

Es una historia que tiene varios fallos narrativos importantes. Por ejemplo la elección del narrador. La historia es contada a través de los ojos de un perro, cosa que es fenomenal. El problema es que perro o no perro, la historia no mantiene el punto de vista del narrador. No es creíble un narrador que sabe lo que piensa una amiga de su dueña (en este caso) que se encuentra a varios kilómetros de distancia. Hay que tener cuidado con estas cosas. Los escritores tienen que meternos en sus historias. Los lectores no deberíamos salirnos del hilo argumental y perdernos en derivas oceánicas. Tampoco ayudan esos párrafos de comunicado ministerial que adornan el texto de vez en cuando. El autor debe contar una historia que nos haga entender un concepto, no explicar en qué cosiste el maltrato o enumerar los recursos con los que cuenta una administración para apoyar a las víctimas. 

El argumento es simple. Una mujer estupenda, independiente, inteligente y formidable se ve en el túnel sin salida que es el terrorismo machista. Es maltratada psicológica y físicamente y tiene la suerte de salir del horror. Porque de la violencia machista, mujeres, se puede salir.

Pero un buen mensaje, un gran mensaje, no hace un buen libro. Y éste es un ejemplo -siempre desde mi punto de vista- de esto que escribo.

Comentarios

Molando voy

Las buenas acciones y sus consecuencias

hablar

frases de pared