insomne

La nueva modalidad de meterme en la cama a las nueve y leer un cuento a tres -supongo que unido a las ansiedades de los últimos días- va y horror me despierta a las cuatro de la madrugada.

Después de leer, pensar, escuchar, aprovechar el casi único momento en el que puedo achuchar a los pins sin quejas, leer más, repensar, intentar conciliar el sueño y programar el día, decido empezar la jornada a las seis.

Té y sofá. Y qué rollo. Podría ponerme a escribir un rato. Y aquí me tenéis. Diría que con la compañía de gato, pero gato ha preferido hacer una incursión a esta noche sin luna. Así que sola.

Tal y como me siento ahora, no quiero ni imaginarme las seis de la tarde, salvo que esa imaginación desemboque en una siesta de tres horas, con posibilidades de llegar al mar de una noche de sueño reparador y lleno de horas de inconsciencia.

Por si acaso la imaginación me hace cabecear, voy a moverme un poco. Que tener hijos añade al no dormir la angustia extra de no caer y que falten a clase y que me llamen al orden tal. 

Muy buenos días a todos y feliz martes (largo, ay).

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