it hurts

Un ibuprofeno para desayunar que haga un houdini con este espantoso dolor de garganta, por favor.

Despertar el día de la vuelta al trabajo con este no poder tragar no es la mejor forma de empezar nada. Me mata las ganas de dar envidia y acaba con todas las felices posibilidades del bronceado qué-bien-te-veo-se-nota-que-has-descansado-ja.

El dolor de garganta me genera mal humor de mil demonios. El dolor de garganta veraniego me genera ojos de serial killer, con nefasto efecto para quienes tienen la poca fortuna de cruzar su mirada con la mía.

Si ya es duro enfrentarse con uno que yo me sé, hacerlo con piedra pómez en la faringe se convierte en un metemolopeor. Para el uno y para mis ganas de disimular los sentimientos que me transmite.

Pero basta. Apreciemos el lado menos negro de la situación. El dolor ha impedido que me quede dormida el día primerito y me ha regalado el té del ibuprofeno, que con tantos celsius ando más de zumos y agüitas. Reencontrarme con earl grey -la escasez de viandas de la vuelta me tiene sin EB- ha sido inesperado y evocador. Y eso es bien.

Y como no puedo retrasar más el momento difícil que viene y la vida sigue con o sin dolor, lo dejo por ahora, con el firme propósito de intentar que el mal humor no ocasione daños irreparables.

Y de pasar un gran día mientras dure el efecto de houdini, con el cuello empañuelado y alejada de fríos que regalan dolores.

A por él.

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