me he presentado a un concurso de poesía

El 23 de marzo sentí unas ganas casi enormes de contar mi trabajo. El duelo entre estas ganas y el cansancio sideral, aún reñido, se decidió a favor de éste último y entre días sin cole y el fluir del río que nos lleva, las ganas disminuyeron y los planes más.

El 21 de marzo se celebra el Día Mundial de la Poesía. Decidí que manza debía celebrarlo por todo lo alto y organicé múltiples actividades poéticas y simultaneas, a lo largo de todo el día. Presentaciones, rondas de poetas, dos exposiciones, proyecciones, mercado de libros, entrega de premios. De todo un poco y todo especial.

Un día intenso dedicado a la poesía.

Empecé el feliz disparate al amanecer y lo terminé al amanecer del día siguiente. Terminé tan cansada, que apenas pude dormir.

He recibido felicitaciones.

Pasan los días y lo cuento como si no hubiera ocurrido. Tanta intensidad que permanece sólo en el recuerdo y en las ganas de repetir el año que viene -ojalá sea posible, ojalá los malos nos dejen un día en paz.

Después, días enteros con los pins. Días caseros de lluvia y pijama. De improvisar comidas sanas. De ser más madre que persona. De dormir juntos. De guerra de almohadas. De deberes (entre nosotros... ¡pobres!). De trastear en la cocina. De intentar recoger y mejor dejarlo para otro día. De abrazos. De peinados. De sonrisas y de enfados preadolescentes.

Dejé Ubeda y Baeza para cuando la primavera termine de colocarse el vestido de colores.

Ahora días por delante sobre todo para leer. Y lo mismo para escribir un rato. Sigue lloviendo y sigo en pijama. Pero ahora soy más persona que madre.

No gané el concurso de poesía, pero tengo la fortuna -si quiero- de trabajar para ella y la cadencia rítmica de un alma de poeta.

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