fatalidades

El viernes a las 17:00h me quedé sin caldera. No agua caliente, no cocina, no calefacción. Perfecto para un fin de semana con pins. De hecho, perfecto para cualquier cosa a principios de febrero con este frío continental tan lleno de nieves, últimamente.

Afortundamente me hice con dos calefactores que -veremos a cuánto la hora- me permitieron caldear las dos habitaciones más usadas de amiñacasa: el salóncomedordetodoslossantos y la habita compartida de dormir (efectivamente es de los tres juntitos y gato a los pies, salvo cuando anda a lo suyo).
  De cenar, phonedpizza y para desayunar churrosporras y chocolate calentito. Todo muy outsider. Cuando ya me estaba empezando a hacer al iglú va y viene el 70€técnico que hace plin y todo va (y eso que le dije que yo me sentía capaz de transformarme en manitas si me decía qué hacer por teléfono, pero claro... no había previsto yo lo del dinerolerolero).

El domingo a las 20:00h metiendo la basura en un maldito noseabre contenedor algo desbordó y cayó no ya sobre el abrigo, que está pa´ verlo, sino por dentro del abrigo y del jersey y puaj qué asco menos-mal-que-parece-que-huele-a-limonada.

Llovía. Estaba oscuro. Hacía frío. Me sentí (además de lógicamente asqueada) con muchas muchas ganas de llorar mi desdicha. Estaba para verme. Derrumbada al lado del planeta basura. La lluvia. El pelo éste corto que es la última vez. El fresquito del liquidillo llegando al ombligo. Para unas bromas, vamos.

Entre el viernes y el domingo se acumularon fatalidades menores, tan menores que no las recuerdo. En general y desde la tranquilidad de una tarde de poco hacer puedo decir que no lo serían tanto. Eso sí, entre unas cosas, mucho trabajo y qué demonios le pasa al mundo, llevo varios días sin leer.

Y eso sí que es mal.

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